Dosis de hiperrealismo

5 agosto, 2009

«Tweets are the blog posts you thought about writing, but didn’t feel they had enough substance»

Mark Cuban                            

Twitter es probablemente el site o web más efervescente en internet. Algo debe tener un web que permite telegrafíar estados de ánimo cuando es capaz de atrapar a las personas en las situaciones más inverosímiles: un miembro del jurado durante una deliberación por juicio o un jugador de baloncesto profesional ¡en el descanso del partido!.

En la era de la telerrealidad, en la que todos hemos conseguido desarrollar y satisfacer una irrefrenable sed por los detalles de la vida diaria de las personas, twitter consigue la instantánea satisfacción de la vanidad que supone expulsar al ciberespacio, ante la mirada de millones, los pensamientos que nos atraviesan la mente sin exigirnos reflexión, análisis crítico, o la maduración que incluso los posts más ágiles requieren cuando se emplea un blog. De un plumazo, el microblogging de twitter acaba con las barreras -si las había- del blogging y la generación de contenidos por los usuarios: un acceso directo, sin espacio para los matices, en interfaz de trabajo inmediato y también móvil (algunos fabricantes de terminales están proyectando dispositivos con acceso directo a Twitter a la pantalla del móvil para llevar aquello del always on hasta el final). Ahora ya todos podemos pensar en voz tan alta que penetramos la atención de personas en el otro extremo del mundo, sin esperar a contar con una idea digna de ser expresada, como reza la cita inicial de este post. ¿Acaso puede haber nada tan democratizador? Cualquiera puede twittear, aunque no tenga nada que decir. ¿Quién puede equivocarse en 140 caracteres? El reto es tan irresistible, de puro sencillo, que se compite en la acumulación de seguidores, sin considerar qué se tiene que decir o si se tiene algo que decir. Vale con contar lo que se está viendo. El medio vuelto un fin o, más bien, un medio sin un fin aparente. 

Tal como recoge Gideon Rachman del FT, el problema de Twitter es que a un tiempo maximiza la brevedad y la cantidad de comunicación. El servicio no permite filtrar, etiquetar, buscar tweets -como se han dado en llamar-. Es el paroxismo de la instantaneidad, sólo sirve estar alerta siempre, sin descanso, para no perder el hilo -si es que lo hay- de la realidad del otro. Si seguir a un twitter(er) activo agota, ser seguidor de varios -o de la mayoría de medios que se han apuntado a la moda de ametrallar con tweets- es simplemente enloquecedor. ¿Qué esperamos de Twitter? Aunque algunos parezcan haber encontrado un sentido racional o económico al instrumento, quizás y en el fondo con twitter estemos deshaciendo el camino del web 2.0: escribimos al fin para nosotros mismos, los únicos capaces de soportarnos durante un largo tiempo.


La (futura) profesión de Detective digital

25 agosto, 2008

Mientras la convivencia en las sociedades y ciudades actuales es cada vez más anónima y con vínculos más tenues, se puede observar como internet (la red) nos enreda de forma más redundante a las personas, reverberando con cada trazada que realizamos al socializarnos. Entrar en internet, ser internauta, es cada vez más dejar huellas digitales que nos señalarán en el futuro. Bajo la moda de web social muchas de estas intervenciones son analizadas desde un punto de vista de negocios, económico, tratando de figurarnos el valor comercial o publicitario de las exposiciones o asociaciones entre el contenido creado por los usuarios y los otros usuarios que simplemente escuchan o reciben las aportaciones de los creadores. Sin embargo, cada vez más gente deja rastro en internet (un 18%, de acuerdo al dato de Wharton, lo que supone más de 40 millones de personas sólo en USA), la inmensa mayoría sin consideraciones suficientes sobre el destino de los fragmentos publicados (cuánto permanecerán los registros, quiénes potencialmente accederán a ellos, ..), en una cantidad y detalle que nos abruma, por ejemplo, al acudir a una entrevista de trabajo en la que el entrevistador pueda conocer comentarios personales con otras amigo/as de Facebook.

Los operadores publicitarios tienen la presión de incrementar la personalización y la monetización de los mensajes que emiten para mejorar sus resultados, y para ello requieren de cada vez más información interconectada: correo, servicios de publicación de fotografías, búsquedas, webs visitados, contactos,… todo contribuye, y de qué manera, a ofrecer un retrato cada vez más preciso de los usuarios, y de su evolución en el tiempo. Así se explica la proliferación de herramientas que recogen porciones del usuario que somos en las distintas aplicaciones y pretenden combinarlas en un único perfil. De su esfuerzo interesado aparecen relaciones y conjuntos cada vez más completos de nuestros comportamientos. A ello se le añade que la información anotada tiene visos de ser indeleble, accesible tras los años, con la incorruptibilidad de lo digital.

¿Qué pasará en un tiempo, cuando el perfil dejado por nosotros ya no tenga interés comercial -si es que ocurre- por nuestra evolución o desaparición? La escritura y el arte han sido siempre una vía hacia la inmortalidad, la manera de reconocer a algunos de los que ya no existen. Quizás la web social sea para los demás esa larga cola de la literatura y la creación personal. Es posible que en el futuro, en esa gigantesca biblioteca de actuaciones con evocaciones borgianas que pueda llegar a ser la web social, queden enredados multitud de fragmentos que, debidamente recompuestos, nos permitan conocer a las personas. Quienes nos sucedan podrían quizás, con la ayuda de nuevos investigadores de los rastros digitales, confeccionar un reflejo mucho más preciso de lo que fueron las personas que les antecedieron, recabando las distintas aristas que los diferentes usuarios desperdigaron en las aplicaciones ahora inconexas. Saber qué escribió y leyó, qué opinó, qué relaciones y amistades trabó, qué gustos y preferencias le distinguieron, qué imágenes y grabaciones compartió puede ser bastante para aproximarnos a casi cualquier persona. La red puede acabar siendo -entre otras cosas- el verdadero cementerio de millones de personas.


La movilización de la información

13 noviembre, 2007

Lo móvil se impone. La tecnología ha ejercido un papel determinante en hacer móvil el contenido y su consumo, y ahora las personas hemos incorporado a nuestra vida diaria el formato móvil, portable, consumible y accesible desde cualquier lugar. La información se digitaliza, se hace transportable y manipulable, y está listo para su entrega en movimiento. Para volverse portables, los contenidos se reducen y fragmentan, se convierten en síntesis de su versión original. La música se convierte en ringtone, en ring-back-tone, y puede incorporarse a nuestro movimiento diario. El vídeo se fragmenta en clips, las películas en sketches, y las reflexiones se vuelcan en blogs y las declaraciones en latidos de twitter. El negocio alrededor de los contenidos se magnifica: lo pequeño se consume antes, se renueva con más facilidad, se factura más veces y la producción gana en escala.

El contenido se consume atomizado, en tiempos muertos, en una sucesión cada vez más veloz de temas, novedades, formatos. Y los productores, los nuevos generadores de contenidos, acompañan la tendencia aportando versiones cada vez más ligeras, más móviles, adecuadas al consumo al vuelo de los usuarios. La perspectiva de la producción también se ajusta. Se puede prescindir de productores y factores con dedicación completa que presentan el problema de gestionar la ocupación y amortizar activos. Se acude al contenido generado por los usuarios, a la contratación puntual,… todo se vuelve transaccional, breve, orientado al resultado, formal. Es el universo del la atención parcial continua: la compresión llega a tal punto, la desagregación es tan completa que empezamos a intuir maneras de digerir diversos contenidos simultáneamente, en hilos o conversaciones simultáneas: mensajería instantánea, email, llamadas, videos, emitiendo, recibiendo… resulta ingenuo, derrochador, requerir los cinco sentidos para una sola actividad.

Nuestros comportamientos reflejan entonces la nueva naturaleza de nuestra relación con los medios: la inmediatez desplaza a la precisión y el análisis -los bloggers cuentan ya con más influencia que muchos medios escritos-, los pensamientos a los discursos -se prefieren los comentarios a los investigación, las noticias a los informes, las crónicas a los libros-: no hay tiempo para detenerse en una idea, nada se desarrolla y sólo existe paso a la sucesión de eventos. La ingente cantidad de información no permite dedicar la atención, sólo repartirla: el acceso al individuo es precario y aún así se revaloriza y encarece constantemente.

¿Estamos las personas listas para esta transformación? ¿Hemos mejorado la productividad de nuestra asimilación de tal manera que somos capaces de actuar ejecutivamente respecto de la información recibida? Y en la creación de contenidos, ¿somos tan evolucionados como para admitir la sustitución del discurso por lo abreviado sin pérdidas de significado? ¿Es ya el hombre un ser tan eficiente que conoce el secreto de la decantación de la información, o estamos abandonando la esfera de la instrospección y el análisis por la de la superficialidad y las referencias? 


¿Quienes serán los periodistas del futuro (digital)?

7 junio, 2007

El modelo de negocio de la prensa escrita está sufriendo importantes sacudidas, de las que es difícil anticipar el desenlace tras la crisis. John Battelle recupera en una entrada reflexiones profundas, y preocupadas, sobre el futuro del sector. En un país donde los salarios son costes completamente variables, el San Francisco Chronicle anuncia el despido de 100 trabajadores como fórmula para reducir gastos y conservar la rentabilidad. Battelle solicita que, frente a la dramática situación del periodismo impreso, Google asuma su responsabilidad social subsidiaria y asuma un papel de liderazgo en la generación de ideas e información. Recientemente H. Blodget, al calor de la venta de Dow Jones, editor de WSJ, al News Corporations, abunda en la idea sugiriendo que Google o Yahoo! podrían ser interesantes adquirentes del grupo periodístico.

El ascenso del web 2.0 y la multiplicación de los emisores de información ha estado ocultando un hecho muy relevante: las fuentes originales de contenido siguen siendo muy reducidas: gran parte de la multiplicación de los mensajes que se observa en este época son eco de unos pocos materiales que se rastrean y revelan en la mayoría de los casos gracias a la actividad profesional  de algunos grupos y organizaciones comprometidos -por vía de la satisfacción empresarial de una demanda del mercado- con la producción informativa. Sin ellos, todo el escenario del web 2.0 puede tambalearse seriamente, inconsistente sin el atrezzo de los datos e historias que funcionan como materia prima y que contribuyen a dotar de significado mediante la aplicación de infinitas perspectivas personales.

La inevitable transformación del escenario de los medios (quizás sería más propio llamar orígenes) de información no garantiza una evolución a mejor, sólo una transformación de los modelos de negocio: las fuentes de ingresos se desplazan a medios más eficientes (publicidad contextual frente a segmentaciones básicas, anuncios clasificados dinámicos y accesibles en la web que desaparecen de la prensa escrita donde se vuelven obsoletos en minutos). El problema de la gestión de la atención ha proporcionado a los medios digitales, con las herramientas de la personalización y los filtros, la manera de intermediar entre las fuentes originales y los usuarios complejos que encuentran ahora el modo de digerir todas las fuentes que les interesan gracias una asimilación previa que les entrega el portal, con importante beneficio económico derivado de monetizar todas esas páginas vistas.

El nuevo modelo de negocio sitúa a los medios tradicionales en una situación insostenible (los medios tienen vocación de influir, de formar opiniones, pero hacerlo -entrando en la red- les supone un coste que no saben recuperar, y no hacerlo les condena a la marginalidad) en la que lo único que saben apreciar con nitidez es la elevación de los nuevos infomediarios, a quienes no saben si demandar o pedir ayuda. A su vez, los nuevos intermediarios se declaran, cada vez con menos convencimiento, como empresas sin participación en la creación del contenido, solo en su agregación y entrega. A medida que se haga más evidente el poder de los nuevos intermediarios y la importancia de las fuentes de contenido, será más extraño no verticalizar los negocios, y entonces los agregadores se enfrentarán a un dilema para el que no han sido educados: la elección entre el contenido propio y el interés del usuario.


Identidades digitales

24 May, 2007

La plataforma de Second Life está teniendo una gran repercusión como mundo virtual donde la gente crea una identidad nueva y digital. En medios y blogosfera se da eco al fenómeno, como un signo de los nuevos tiempos, como un ejemplo algo ingenuo de hasta dónde la virtualización puede llegar. Sin embargo, otro fenómeno está pasando desapercibido y tiene que ver con nuestra first life, no la segunda.

Hace unos días M. Cuban reflexionaba en su blog cómo nuestras identidades reales cada vez dejan una huella más precisa y prolija en internet. La memoria de nuestras vidas y acciones queda anotada con exactitud en blogs, libros de imágenes, webs personales, podcasts con grabaciones… devaluando nuestros recuerdos hasta volverlos una burda versión del juego de archivos que quedan a disposición de nuestros congéneres. Lo digital sepultando a lo analógico. El misterio de nuestras vidas, el atractivo de las personas, que consiste en tener no un pasado, sino muchos, a lo O. Wilde, deja paso a la neutralidad de los datos y la relevancia de los resultados. Algunos padres, al concebir nombres para sus futuros hijos, comienzan a acudir a Google para identificar las fórmulas que más visibilidad otorgan, recogía hace unos días N. Carr. Junto a la imagen de nuestras aspiraciones, indicada gruesamente en las islas de Second Life, otro dossier mucho más revelador se construye en el ciberespacio.

A medida en que transferimos la importancia de nuestros actos hacia lo digital, aumenta el peligro y el poder de los patrones de la atención. Lo que no es observado no existe, y ahora son los buscadores los que fijan en qué medida una persona es digna de ser reconocida. Una posición que, cada vez con más evidencia, no es neutral, sino que incorpora la voluntad de distinguir lo bueno y lo malo. No quiero resultar catastrofista o negativo, pero si ponemos cada vez más de nuestra vida como un volumen de información o unas bases de datos, acaso no estamos planteando nuestra esencia como un problema de organización y acceso? Como se pregunta N. Carr, ¿nos dirá Google qué pensar? En el mundo ideal que se está concibiendo en el Googleplex, ¿qué detalles quedarán fuera de su acción? Conscientemente o no, el precio que podemos estar pagando por la permanencia de nuestra huella -y la relevancia como resultado- quizás sea dependencia de una inteligencia (articifical) que cada vez se reconoce más superior.


Filtros personales

15 febrero, 2007

¿Cuál es la razón del éxito de los blogs? ¿por qué acudimos a un blog? El fenómeno de los blogs tiene un éxito incontestable, lo cual puede descomponerse en dos caras: la gran cantidad de oferta, que se explica mirando las razones de las personas para publicar ; y la gran cantidad de demanda, expresada en las importantes audiencias de algunos blogs. Si bien existen algunos cambios que ha permitido materializar la posibilidad de publicar -como la existencia de wordpress, en donde se escribe esto-, ¿qué hace que la audiencia se traslade de los medios tradicionales a los blogs? Esto es más interesante en cuanto que muchos de los blogs más populares recogen contenidos que ya existen previamente en el medio internet. ¿cuál es la razón de su éxito pues? No parece que sean los contenidos, puesto que no son originales en muchos casos; acaso la aportación de opinión, en la medida en que el blogger usualmente tamiza lo que publica desde su experiencia o conocimiento. Pero si fuese así, probablemente serían más exitosos los blogs más analíticos y consistentes. Por mi parte tengo la impresión de que es bastante corriente en los blogs más exitosos (microsiervos, blog maverick, … por indicar algunos de los que conozco bien y son muy populares) la variedad, la inconsistencia, como si la transmisión de los ánimos y veleidades de los bloggers resultase un incremento en su atractivo. ¿es entonces la adhesión a una personalidad por parte de la audiencia lo que justifica su éxito? Acaso lo sea, el hombre es un ser empático, social, y es difícil no proyectarse de alguna manera en los escritos, siempre personales, de un blogger. Pero vemos con frecuencia que blogs de éxito son blogs de varios bloggers, con una personalidad confundida entonces. Quizás es otra cosa. Quizás encontramos en un blog un verdadero filtro. Encontramos a alguien con quien sintonizamos en gustos, y que nos facilita, mediante su visión de la realidad, el acceso a la información que deseamos, que nos interesa, y nos resuelve el problema de la atención, nos permite sacar más provecho a nuestro tiempo seleccionando los materiales de entre la ingente masa existente. No se trata de un problema de personalización al estilo al que lo resuelven los algoritmos de recomendación, porque el usuario no es homogéneo, desea recibir igualmente opiniones sobre la NBA que sobre el futuro de los medios digitales si responden a sus intereses. El quid del blog entonces sería reflejar los intereses variopintos de un grupo adecuado de usuarios, pero para eso existe esa enorme variedad de oferta. El problema entonces sería, ¿existe alguien que dedica más tiempo a la identificación o que resuelve de una forma más aproximada a nuestro intereses este proceso, que reconozca mejor la manera de presentar un contenido para que sea valorado por nosotros? Finalmente, esa persona puede llegar a ser uno mismo, o de otro modo, quien uno mismo querría llegar a ser.


On FON

11 enero, 2007

Logo Fon

Hace poco Martín Varsavsky hacía el interesante ejercicio de publicar en su blog un memo interno (ignoro si dejándelo intacto) sobre los retos de FON para el 2007. Escribí un comentario, pero considero que el tema merece algo más de desarrollo (dentro de la modestia de este espacio).

En primer lugar merece elogio el ejercicio de M. Varsavsky en sí. Mediante el expediente de publicar una información que en todo caso no estaba salvaguardada en el momento en que se distribuye a las 100 personas de FON, se ha conseguido poner a discurrir sobre la estrategia de la compañía a toda la audiencia de su blog. Esto es un ejemplo viviente de las tesis Manifiesto Cluetrain: los mercados son conversación, y los blogs cajas de resonancia, y las empresas pueden extraer valiosa información de sus usuarios, una información que tradicionalmente han ignorado (las empresas sólo anotaban de sus clientes comunicaciones formales, contrataciones y quejas básicamente).

Por mi parte, observo que Fon tiene un espinoso problema por resolver: cómo conseguir una cobertura adecuada en un punto concreto. El servicio FON es un servicio de red, cuyo valor crece geométricamente con el número de usuarios, y a día de hoy no cuenta con un número suficiente para ser funcional (el propio Varsavsky estima necesitar al menos 10 veces más usuarios, y seguramente sea optimista). Elevar el número de usuarios de forma tan importante no es sencillo, y FON corre el riesgo de que la efervescencia del movimiento FON deje paso a un desencanto con la calidad de servicio y a un incremento notable del churn o número de deserciones, especialmente entre los usuarios bills que son los que aportan dinero y tienen el mayor incentivo a sustituir FON por otro servicio y que evidentemente en estos momentos son los más valorados por FON.

FON tiene que demostrar pues que es un servicio viable, y tiene que demostrarlo rápidamente. ¿Cómo hacerlo? En mi opinión existen dos aproximaciones: o se multiplican los puntos de acceso (aumentando la densidad como FON dice necesitar de 1/10.000 a 1/1.000 puntos por habitante -habría que hacer aquí los ajustes de los puntos efectivos-, o superior), lo cual implica un esfuerzo de captación monumental, o se multiplica la potencia o alcance de esos puntos (con las antenas, que hacen que un punto cunda más) de manera que unos pocos proporcionen la intensidad deseada, si quiera en unos puntos concretos. Parece que Fon esté apostando por ambas al anunciar estrategias de distribución más ambiciosas (abaratar los routers, distribuirlos por más lugares, emplear a los foneros como distribuidores…). Ignoro los recursos con los que cuenta FON (sus socios con conocidos por sus deep pockets), pero tengo para mí que el mejor anuncio que puede hacerse FON para popularizarse es que le funcione muy bien a un grupo de gente. Para ello, y puesto que en otras cosas Fon es tan «web 2.0 compliant«, mi sugerencia es emplear esta sociedad red para acceder a un grupo de usuarios que puedan demostrar FON: podría adentrarse en esa ‘larga cola’ de los usuarios con banda ancha y enfocarse en un nicho. Éste podría ser o bien geográfico (algunos comentarios al post hablan de madrid, de puntos de la costa) o preferentemente -en mi opinión- un nicho de personas. No es una cuestión trivial, pero cierto tipo de usuarios que combinasen las cualidades de ser expertos técnicos (para asegurar el correcto empleo y funcionamiento de las foneras) y que realizasen algún tipo de concentración (para probar la fonera durantes las mismas), podría ser un buen lugar donde mirar. quizás Gamers, quizás en los Blogs&Beers, quizás universitarios. Ellos pueden ser quienes lleven la fonera a su Tipping Point.


Democracia digital

30 diciembre, 2006

La toma de la Bastilla

En 2006 Times nombra a su personaje del año al internauta, a los protagonistas del web social, y no es posible no pensar que algo verdaderamente ha cambiado. Internet se ha convertido en un medio intensamente democrático, en el que todos somos iguales (en las precisas palabras de N. Carr, «on the Internet, we’re all bodiless, symbols speaking to symbols in symbols«) y el poder se haya más repartido y fragmentado que nunca. Los agentes que tradicionalmente han ostentado el poder (las empresas, los medios de comunicación), encuentran ahora que los usuarios -no todos, para ser francos, aunque sí potencialmente todos- les plantan frente y aún les miniaturizan. Y nos resulta irresistible celebrar el tránsito, la igualación de empleados y empresarios, el ajusticiamiento de las multinacionales en favor de mercados tan segmentados y alargados que el más modesto creador puede sentirse estrella y rodearse de admiradores.

Y sin embargo, esta euforia nos hace olvidar que la democracia ha admitido siempre su condición de sistema limitado, y acaso la radicalización de su imperio en un espacio como internet pueda estar igualmente exacerbando sus defectos. Asistimos a la creación de un sistema ‘transparente’ de publicidad para cualquiera y aparecen tumores que gravan la actividad sin aparente solución. Se inician los medios democráticos de gestión de la atención como Digg y sus imitadores y ahora resulta que los grandes salesmen -como diría M. Gladwell– de estos sitios ponen un precio a su juicio. Google, el gran organizador del acceso a la información, tiene también su cara de controlador respecto de lo que existe para el mundo y lo que no.

El éxito del capitalismo lo ha sido también de las empresas y los medios de comunicación. Pero por lo mismo, su deseo de conservar el poder económico que han acumulado les ha llevado a idear sofisticados métodos de organización que han homogeneizado sus productos y hecho previsibles sus defectos y alineamientos, permitiéndonos crear una adecuada desconfianza en nuestra forma de aproximarnos a ellos que nos protege de muchos de sus efectos perjudiciales (al menos de los mentales). Sin embargo, la rápida ascensión del poder de nuestros iguales nos ha cogido completamente desprevenidos. No sospechamos de la parcialidad de Google al ofrecernos contenidos, de los intereses de un blogger aupado por una audiencia y que vierte opiniones sin un proceso de comprobación de fuentes o aseguramiento editorial. Y sin embargo, buena parte de la credibilidad que atribuimos a los medios que consultamos es un efecto atribuido por la credibilidad depositada en los medios que tradicionalmente consultamos (otra parte deriva directamente del emisor, es cierto), una especie de inercia que impregna al medio y que se transmite al nuevo emisor con tal de que emplee los medios en una forma similar a lo que venía siendo la norma, justo lo que el web 2.0 ha realizado. Lo que ahora puede estar ocurriendo es que esa virtud del medio pueda estar diluyéndose entre miles de emisores que no tienen criterios de calidad en común y que no ejercen más censura que la superposición de mensajes contradictorios. En este ruido ensordecedor es difícil distinguir las voces autorizadas de las autoinvestidas, y los usuarios tenemos ante nosotros un gigantesco problema para asignar nuestra atención limitada con garantías de éxito.

La democracia ha llegado a la generación del contenido pero, como suele ocurrir con las revoluciones, derribar poderes exige una radicalización de las formas que remueve instituciones útiles y aúpa oportunistas. Tendremos que asistir a excesos hasta que el Internet encuentre la forma de expulsar o al menos de identificar a cada estrato de generadores de contenido. Los medios actuales no dejan de ser incipientes e inmaduros, tan limitados como lo es la democracia como sistema de asignación de autoridad. Aunque es lo mejor que tenemos.


El blogger vs. el blog

25 octubre, 2006

Los blogs, que han permitido multiplicar el contenido que se vuelca a cada segundo a internet, también están introduciendo una confusión creciente respecto de las fuentes de contenido. Cuando en la Web 1.0 una empresa decidía que algo era digno de ser publicado, estaba aplicando un proceso de control editorial y coherencia a los textos que veían la luz. Con una frecuencia creciente, los blogs actuales reflejan a sus autores, sus conocimientos y especialidades, pero también sus anhelos, vivencias, frustraciones. Para el lector, el blog ha dejado de constituir un lugar de conocimiento orgininal y desintermediado para ser una sábana con el universo personal de un congénere. Las adepciones son a la persona, no al pensamiento, al teórico, al experto, si quieren ser coherentes. Curiosamente, son los blogs más profesionales, aquellos que suelen estar dirigidos por una empresa y conformados con las anotaciones de varios profesionales, los que consiguen un mayor grado de consistencia y relevancia desde un punto de vista temático. Paradójicamente, estos blogs podrían considerarse los más alejados de la esencia del web 2.0 y el movimiento blog desde un punto de vista formal.


El fin de la intimidad

14 septiembre, 2006

Hablamos del web 2.0 como el web social. Gracias a las nuevas aplicaciones y servicios, todos podemos publicar, acceder al exterior sin intermediarios ni barreras. Pero el camino parece cada vez más vertiginoso. Es sencillo comprobar como el balcón de un blog a menudo lleva al autor a forjarse una obligación frente a los lectores, reales o imaginarios, anónimos o no, una obligación que le mueve a declararse y confesarse cada vez más abiertamente. Secretos empresariales o personales, estados de ánimo, frustraciones son vertidas al espacio virtual para alimentar no se sabe bien si la ansiedad del blogger o de su audiencia (sospecho que la primera). Cada vez queda menos dentro y más en la web.
Los blogs sin embargo puede que sean el caso más inocente. En MySpace adultos americanos exponen sus vidas y gustos al alcance de cualquiera. Algunos diggers pasan cada vez más tiempo enviando contenidos solo porque así son reconocidos. El sitio Facebook, con más de 9 millones de adolescentes como usuarios, ha pasado a primera página por haber incluido un servicio para informar, como si de alertas se tratase, de cuándo un usuario experimenta un cambio (como separarse de su pareja, ser detenido,… y los que quiera que se vuelquen al expositor). Es difícil prever dónde puede acabar el derecho de cada uno a imponer a los demás sus 15 minutos de fama.
Es posible que la causa del problema esté precisamente en la razón de su éxito. Las comunidades mueven hoy completamente el negocio de la atención. Con los medios publicitarios convencionales registrando cada vez peores respuestas, el dinero de las marcas busca la atención de las personas en sus espacios de entretenimiento, los círculos en los que se reunen a formar comunidades. Siempre hay dinero para financiar una compañía que presente una nueva fórmula de explotar una red social o de contactos. El problema es que para crear comunidad, nos dice la teoría, es imprescindible el ingrediente del elemento compartido. Y nada es más compartido por el género humano que la miseria personal.