El lanzamiento del iPad de Apple se resuelve en unas pocas horas, aunque el ruido mediatico es ahora menor al que acompañó su presentación como producto y como concepto. Tal y como escribe David Pogue hoy en el NY Times, el iPad es un instrumento que polariza en sus valoraciones, de modo que es posible encontrar mordaces críticas a sus limitaciones (no USB, no Flash, no teclado) o elogios rendidos a sus peculiaridades (velocidad, usabilidad, aplicaciones).
Me importa a mi ahora el aspecto del negocio y los resultados; comparar el concepto con los otros dos productos de Apple, el iPod y el iPhone, que han establecido el listón de las expectativas respecto de los lanzamientos de la marca, por un lado, y que han redibujado radicalmente la estructura de márgenes de una industria a la que la globalización había -y aún lo hace, con la excepción de Apple- comoditizado. ¿Va a conseguir Apple replicar con el iPad el éxito de iPods e iPhones? Sin pretender tener una respuesta, me aventuro a ser escéptico, en base a algunas consideraciones
- El tamaño del mercado. Los MP3 son un mercado ‘maduro’ de 300 millones de unidades al año (InStat), y el mercado de móviles es el más grande negocio de electrónica de consumo, oscilando alrededor de los 1.000 millones de unidades al año. El iPad, sin embargo, viene a instalarse en un ‘subsegmento’ de los PCs, un mercado que alcanzará los 170 millones de unidades para los equipos portátiles.
- Junto a la transformación en el diseño y la usabilidad, que permitieron ganar el favor del usuario, Apple reinventó categorías, expandiéndolas, cuando lanzó sus otros dispositivos: el MP3 pasó a ser un disco duro, un almacén de fotos, un visualizador de video; más radical es aún el caso del iPhone: el teléfono pasó a ser un dispositivo de conexión a la red y una plataforma de ejecución de aplicaciones. Estas invenciones permitieron ofrecer funcionalidad a más gente que la que originalmente utilizaba los dispositivos. En el caso del iPad, el equipo viene a sustituir a lo que en sí ya es un aparato de propósito general, de manera que no se aportan nuevos usos que puedan atraer a un nuevo público, sino que más bien se precisan determinados usos para hacerlos excelentes en la experiencia del iPad (tal y como indica D. Pogue, el iPad es un dispositivo para consumir contenidos, no para introducirlos, es como si el precio de la experiencia Apple para un sustituto del netbook sea renunciar al 50% de sus posibilidades). Tenemos pues, un mercado más pequeño en términos absolutos y un producto que no expande, sino que reduce, las necesidades que atiende.
- Y hablando de necesidades, este dispositivo viene a introducirse como un equipo de acceso y consumo de contenidos de internet (o la nube). En este marco, viene a ocupar espacios atendidos por los PCs (a los que supera en movilidad), por los tablets/netbooks (a los que supera en facilidad de uso y aparentemete duración de batería), por los lectores de eBooks (a los que supera en versatilidad), e incluso por los móviles (a los que supera en calidad de imagen y visionado). Pero, ¿realmente supera a todos estos productos de forma consistente? El iPad es peor dispositivo de trabajo que un PC, su batería dura menos que la del Kindle de Amazon y la lectura de textos es inferior (bajo luz directa, más cansada), su movilidad es inferior a la de un iPhone.
Finalmente, tenemos un estupendo producto para un caso muy especial: consumir internet (principalmente multimedia) desde el salón, de forma personal (para consumo en familia en breve empezaremos a contar con TVs conectadas). Para consumirlo en movimiento preferiremos un smartphone (a menos que sea bajarnos al Starbucks para navegar) y para interactuar prioritariamentes con él probablemente acabemos escogiendo un netbook. Al final el iPad viene a plantar batalla en un mercado atestado de competencia (esto no tendría que ser definitivo, el mercado de terminales móviles también lo estaba) y con un equipo que, aunque no lo parezca, está orientado a propósitos muy específicos (Apple en su momento desmereció el Kindle de Amazon porque los usuarios no querrían equipos de un sólo uso). El hecho de que Apple esté apostando por una estrategia de precios muy ajustada para el producto, contrariamente a la de precios premium empleada con iPods y con iPhones (aunque las subvenciones de operador confundan), en mi opinión viene a reforzar la reflexión de que un usuario no convencido antes de salir de su casa, tendrá una decisión complicada antes de llegar a la conclusión de que el iPad es el dispositivo que mejor se ajusta a sus necesidades, y en procesos de compra tan competidos el precio es una herramienta de persuasión imprescindible.
Por todo ello, soy escéptico de que el iPad transforme, más allá de lo que ya han hecho el iPhone o el iPod, la estructura de la industria convergente de los contenidos, la electrónica, internet y las telecomunicaciones (transformará la experiencia acaso, pero no eso algo que ya hicieron sus iMacs respecto del uso del PC? Y sin embargo no les sirvió para abandonar el nicho de marcado en que surgieron). Apple probablemente sea capaz de vender algunos millones de dispositivos (el sólo efecto halo de todos los usuarios satisfechos con sus iPods y iPhones ya es un signo prometedor), hacer un bonito beneficio con ello, pero dudo que transforme los esquemas de HP o Dell como transformó los de Nokia. Aunque el iPad sí puede resultar una eficaz piedra en la construcción de algo que a Apple seguramente le resulte más estratégico: el estándar de distribución de contenidos digitales que está estableciendo sobre iTunes para toda el espectro de audio video y ahora texto, y al que todo una indsutria de los contenidos desorientada en la transformación de sus modelos de negocio está abandonándose.