Competencia entre cadenas de valor

3 diciembre, 2008

La reciente decisión de Nokia de abandonar el mercado japonés pone de manifcolliding1iesto una importante característica de los mercados de telecomunicaciones frente a los convergentes ‘primos’ de internet: La prominencia de los modelos de integración vertical del negocio. Aparentemente, la decisión de Nokia, el gigante mundial de los móviles (39% de cuota mundial), responde a la incapacidad de generar un(os) producto(s) que compitiese(n) con los muy personalizados a las necesidades de los operadores locales producidos por Sharp, Panasonic, otros. Fabricantes a distancia sideral de las economías de escala del mamut finlandés pero con una integración en la oferta del operador que contrarrestaba este problema. Incluso, también en estos días se había hablado de que la propia Nokia estaba considerando lanzar un operador virtual en Japón, no se sabe bien si como estrategia de salvamento de sus operaciones en este país o como solución particular para su marca Vertu, que sí pretende conservar en el archipiélago (si no podemos vender a los clientes, siempre podemos fundar un cliente a quien vender, parece ser la lógica empresarial detrás de este movimiento).

La circunstancia no es peculiar. Qualcomm, fabricante de chips y tecnologías de transmisión, adquiere frecuencias en UK para transmitir televisión sobre su tecnología MediaFlo. En Korea, LG tiene su operador móvil. Telefónica, tras un largo viaje por el mar de los contenidos (viaje que podría decirse concluído en naufragio), considera adquirir ahora Digital+. Orange gestiona en España toda una red de propiedades web bajo su unidad residencial. La aparente conclusión es que se impone una concepción: para hacer negocios en el mercado de las telecomunicaciones es adecuado integrar y apropiarse de la cadena de valor al completo (o casi). Es como si, con una suerte de proteccionismo y control del ecosistema englobado bajo el servicio que adquiere el cliente, se protegiese a la compañía frente a posibles competidores. 

Este planteamiento se contradice, sin embargo, con el existente en el mundo de la informática/internet, en donde la fragmentación y la apertura son los vectores dominantes: las licencias públicas de uso, los protocolos de internet permiten la separación de proveedores de red, hardware, software, y dentro de éste los que gestionan la información, la capacidad de procesamiento, la lógica y la presentación, cada vez más degradados y confundidos en una nube que contiene a toda la amalgama de proveedores alineados entre el teclado y la red. En el fondo el debate sobre la neutralidad de red no es sino la aceptación, por parte de los actores, de que la convivencia de propuestas de valor servidas al cliente es inevitable (aunque las reglas de convivencia no sean pacíficas).

Estos dos universos convergen, no obstante, a gran velocidad hacia un sólo ecosistema. Cabe preguntarse qué filosofía se acabará imponiendo. Si el resultado es competitivo, ¿acaso no estarán más preparados los que habitan en la competencia?

Anuncio publicitario

El buzón de voz, una equivocada vaca lechera

10 julio, 2008

El buzón de voz como servicio en su concepto es razonable: permitir acceder selectivamente a las llamadas perdidas. No obstante, en su definición actual es muy deficiente, y los comentarios vertidos alrededor de un reciente post de Dans recogen elocuentemente la contestación y desagrado del público con el servicio. Como ocurre a menudo con la creación de oferta en telecomunicaciones, el servicio se diseñó por ingenieros a partir de una tecnología disponible (en el sentido de materializable), sin consideraciones de usabilidad y sin reajuste conforme al comportamiento del usuario cuando éste se conoce. El buzón de voz, que se concibió en un inicio como un servicio de pago -se pagaba una tarifa por acceder a sus contenidos- y de uso minoritario, pasó posteriormente a ser gratuito, volviéndose mayoritario en su uso (en lo que tuvo mucho que ver la decisión de las operadoras de entregarlo preactivado a los nuevos suscriptores de líneas). Asociado al tráfico de voz, que representa el 85% de los ingresos para del negocio, el buzón de voz ha aportado unos jugosos ingresos a las operadoras, a través del cobro de la interconexión a las operadoras de los llamantes infructuosos y del tráfico incrementado gracias a los mensajes recogidos.

 ¿Cómo se ha de tratar un servicio que aporta dinero en un campo -la voz- de la que se piensa que no da más de sí? Como a una vaca lechera, en vocabulario BCG. La teoría nos llevaría pues a dejar de invertir en el producto y maximizar el ingreso mientras se pueda. Y bien puede decirse que eso es lo que han hecho las operadoras: con la excepción de retoques alrededor de incrementar el ingreso capturable (como incluir publicidad en los SMS que avisan de la llamada en el buzón o hacer llamadas desde el buzón al usuario para tratar de elevar la tasa de respuestas), el buzón de voz se ha mantenido en su funcionamiento prácticamente como el primer día (podría hacerse la excepción del uso de spinvox por Vodafone para convertir a texto los mensajes, aunque resulta subsidiario al buzón y no se ha promovido a escala masiva, diría yo), recogiendo ingresos de forma incesante (y decreciente) alrededor de las llamadas, y dejando un regero de irritación en los usuarios por el camino.  

¿Es el buzón de voz (y la voz, en sí misma) un producto a ordeñar? Cuando el producto representa una parte tan significativa de los ingresos del negocio, desarrollar una estrategia defensiva resulta muy cuestionable. Elevar, o retener la caída de los ingresos, un 1% en la voz implica tanto como elevar los ingresos del total de los servicios de datos -excluyendo los SMS, acaso también maduros- más de un 15%, y eso considerando el tráfico de datos en su conjunto (contenidos, navegación, tráfico,… que deberían subir todos en dicho porcentaje para resultar comparables). Y aún más: nos estamos centrando en los ingresos, cuando el modelo de negocio para el tráfico de datos resulta mucho más cuestionable en márgenes actuales y previstos que los de la voz, ya que requiere un uso de la capacidad de tráfico tendida muy superior.  Habiendo considerado pues todo el paisaje, ¿conviene seguir aceptando que la voz es un producto agotado? ¿Es aceptable admitir un negocio basado en que minutos después de recibir una llamada que el usuario no ha cogido el operador lance una llamada desde el buzón de voz para vomitar nuevamente el mensaje? ¿Estamos dispuestos a admitir que el operador no cuenta con información respecto de las llamadas recibidas -y contestadas- por el terminal receptor y las realizadas desde el momento de la llamada como para establecer escenarios de comportamiento (el usuario no está atendiendo ni realizando llamadas, no debe molestársele)? ¿Tendría esto valor para el usuario, se transmitiría a su satisfacción global con el servicio? Alrededor de la gestión de la presencia, del comportamiento del usuario, como se encargan de recordarnos los de STL en su impagable blog Telco 2.0 existe todo una panoplia de servicios por recorrer, en los que el papel del buzón de voz puede ser central (modificar de forma directa, acaso con códigos USSD, el mensaje a emitir a los llamantes, distinguir cuando llamas y el usuario no atiende llamadas a cuando llamas y te llamará en unos minutos, distinguir un móvil apagado durante horas y previsiblemente sin un usuario cerca de un móvil que ha sido utilizado hace minutos y se puede intentar en breve). Buena parte de las posibilidades de las nuevas IMS se justifican alrededor de estos valores, pero no es necesario esperar a estas redes de nueva generación para iniciar el camino de satisfacer al usuario con este tipo de funcionalidades.

El buzón de voz, si se ajusta a los casos (ahora no puedo / no acepto llamadas sin identificación / enviame un SMS que estoy reunido), tanto si es guiado de forma activa por el usuario como apoyándose en el comportamiento de éste, resultaría de un gran valor para el usuario. Por lo pronto, tendremos que conformarnos con el avance que es -para los americanos, aún no sé si Movistar lo incorporará como servicio- contar con un buzón visual que permita acceso directo y no secuencial a los contenidos.


Publicidad en el móvil

17 junio, 2008

Los operadores móviles de los países occidentales llevan algunos meses (o años) haciéndose a la idea de que el crecimiento difícilmente va a llegar por la suma de nuevos usuarios. El reto está ahora en crecer alrededor de una misma suscripción. La manera más explotada hasta el momento consiste en vender al mismo usuario algo más que el producto tradicional (la voz): correo, contenidos, navegación de internet. Conseguir esto para los operadores tiene algunos retos, aunque para aquellos que cuentan con una experiencia como operador fijo resulta un camino reconocible.

La otra opción es buscar otros contribuyentes o fuentes de ingresos distintos del suscriptor, típicamente las empresas, a través de un modelo publicitario, un modelo que se ha reverdecido gracias al éxito de compañías como Google. Para las compañías de telecomunicación éste es sin embargo un camino novedoso en el que las actuaciones están siendo tentativas (con algunas excepciones), debido a la dificultad de manejar dos «clientes» de forma eficaz. Sin embargo, es de esperar que con el tiempo las operadoras sean capaces de afinar el modelo y la forma de comercializarlo (en España las más importantes ya han formado equipos dedicados a ésto, y es cuestión de tiempo -y de experimentación- que redondeen una propuesta).

¿Qué futuro tiene el mobile advertising? Desde algunos puntos se ha establecido un paralelismo con la publicidad en internet, su comportamiento -cómo en algunos países ha superado ya a la radio como destino de inversión-, y asumido que en un plazo de tiempo el móvil será comparable o superior a esos números en la medida en que el móvil es capaz de ofrecer también una experiencia de navegación y además supera por un ratio de 3 a 1 el número de usuarios. Es muy revelador el post de Dean Bubley analizando éste discurso, en donde se concluye que para superar a la publicidad en internet los ingresos a aportar cada linea en concepto de publicidad ascenderían a 8$ mensuales, lo que supondría, para el caso español -un mercado maduro-, derivar aproximadamente el 25% de los ingresos de una línea del concepto publicitario.

En mi opinión es impensable que los ingresos de la publicidad en el móvil deriven de la trasposición de los conceptos que funcionan en internet. Por más que los promotores de esta tendencia, muchos de los cuales provienen de internet, cuenten ya con la tecnología en los terminales para hablar de una experiencia de navegación, no es realista, ni siquiera con dispositivos de la generación iPhone, esperar que el display, los patrocinios o las búsquedas puedan aportar una contribución significativa a esos 8$ que los operadores esperan recoger con la publicidad. Por un lado, se juega con las limitaciones del terminal: teclado parcial e incómodo; pantalla reducida; browsers con dificultades para gestionar el espacio visual y los frames; por otro se actúa contra el comportamiento de los usuarios que, con la excepción de los juegos, suelen actuar con el terminal de una forma muy dirigida al resultado, frente a uso exploratorio y sin exigencias del consumo de internet (lo que ha dado pie a explotar comportamientos de búsqueda y a la creación de ‘tiempos muertos’ dentro de la propia sesión de uso). Por último, se actúa en un medio en el que la falta de estandarización es muy superior a la de internet, donde la dominancia de la plataforma PC ha permitido ganancias de escala importantes y la predictibilidad del uso. En el mundo del móvil, la batalla de los estándares y plataformas (y aún tecnologías) aún no se ha resuelto: java, simbian, microsoft, blackberry, … ofrecen limitaciones y requerimientos diferentes, por no hablar de las diferencias entre GSM, GPRS, 3G, o de la misma concepción del terminal (teclados reducidos, qwerty, táctiles, pantallas pequeñas o medianas, ..), todos ellos escondidos tras las engañosas cifras de renovación de los terminales, en las que bajo una apariencia de renovación inferior a los dos años se esconden los segmentos más activos, con plazos próximos al año y gran dotación, y los pasivos, que superan los dos y tres años antes de sustituir un terminal por el siguiente y constituyen prácticamente la mitad del mercado en un país como España.

Antes de que la publicidad en el móvil se encuentre en situación de ser masiva, habrá de encontrarse una aplicación que, antes que apoyarse en los que la tecnología permite, utilice lo que los usuarios conocen y usen, tal y como en su día las búsquedas transformaron la manera de hacer publicidad en internet: buscando el máximo común denominador que permite apalancarse en la mayor base de usuarios posible, evitando ciclos tecnológicos y educación del mercado. Las telecomunicaciones ya han encontrado en el pasado un hallazgo similar: el SMS, en el campo de la comunicación. Ahora toca hacerlo con la publicidad. Lo malo es que la historia del SMS no es la de un resultado buscado por los operadores.


Precios dinámicos en telecomunicaciones

12 mayo, 2008

Desde hace años ha hecho fortuna la idea de que la gestión de relaciones con el cliente de las compañías del futuro es aquella que se mantiene de forma personalizada, uno a uno, entre la empresa y cliente. Sólo así es posible optimizar el valor aportado –y el percibido por- al usuario y por tanto contar con las máximas garantías de conservarlo. Esto no quiere decir que sólo las relaciones personalizadas funcionan, sino que el valor crece a medida que crece la personalización. Cada cliente es único, y toda compañía debería realizar el mayor esfuerzo por tratar a su cliente conforme a tal especialidad.

Por otro lado, todos tenemos presentes las consecuencias de una discriminación conocida por los clientes o el mercado: Amazon tuvo que pedir muchas disculpas hace algunos años cuando se supo que había estado ‘experimentando’ con los precios de ciertos DVDs en su web, de modo que algunos clientes los habían adquirido más caros que otros, en la misma tienda. Apple tuvo hace unos meses una experiencia algo parecida al rebajar sustancialmente el precio del iPhone sin previo aviso. La operadora de telecomunicaciones Sprint, en otro orden, ha tenido graves problemas de imagen al ser demasiado explícita respecto de lo que pensaba de algunos clientes de dudosa rentabilidad.

La pregunta es pues, ¿discriminamos a los clientes? ¿podemos incluir el precio entre las variables a considerar? Las circunstancias de cada mercado afectan a la respuesta a aportar. Hay quien ha discriminado en precios sobre la base del empaquetamiento, por cuestionable que resulte. El sector de las telecomunicaciones presenta algunas características interesantes a este respecto: dos de cada tres usuarios no conocen cuánto pagan por sus comunicaciones –conocen acaso el gasto agregado que les supone-;  un 90% de los usuarios acepta -al menos implícitamente- pagar más caras sus llamadas a cambio de una subvención del terminal, lo que no deja de ser una forma de confundir partidas de coste de forma voluntaria; y por último, se trata de un servicio de suscripción y consumo por el que cada mes el operador debe calcular cuánto ha de facturar al usuario, por un tráfico que lleva precios distintos en función del horario, destino, y condiciones contratadas por el usuario, lo que hace posible a prácticamente cualquier operador escoger un escenario por el que aparece como el más barato frente a la competencia.

Ante esta situación, en España la mayoría de nuevos entrantes apuestan por la simplicidad tarifaria como herramienta competitiva frente a la enorme confusión que los precios generan en los usuarios. Se trata de una respuesta muy poco personalizada, aunque sencilla de comunicar. ¿Es ésta la estrategia más adecuada? Sin duda para aquellos que deben acceder al mercado, dándose a conocer al público, incorpora la ventaja de la facilidad de comunicación. Sin embargo, para los operadores ya establecidos –y seguramente también para los clientes ya capturados de los virtuales- debería emplearse la personalización de los precios de forma habitual como fórmula de personalización, fidelización y optimización del valor por cliente. ¿Que un usuario suele llamar a un número únicamente por las tardes en horario valle? El operador podría ofrecerle llamar durante una semana al mismo número con tarifa valle a cualquier hora y estudiar si, junto al desplazamiento de las llamadas en el tiempo, se produce un incremento del tráfico debido a la mayor conveniencia y oportunidad. ¿Que un usuario reduce su consumo a final de mes, probablemente debido a un esfuerzo de control de gasto? El operador podría ofrecerle hacer llamadas la última semana a un 25% de descuento.

Las telecomunicaciones son un negocio de costes fijos y con prestación de servicio, donde actuar lo más próximo posible a la capacidad de la red en cada momento puede multiplicar enormemente los beneficios, y es mucho más estratégico actuar sobre los ingresos que preservar un margen saneado que esconde la capacidad desperdiciada y que constituye un coste hundido. Discriminar con precios es una estrategia arriesgada porque ningún usuario quiere sentir que paga más que su congénere por la misma contraprestación, pero la situación de las telecomunicaciones, con una gran opacidad y confusión de información, así como la posibilidad de gestionar los precios de forma permanentemente promocional y al nivel de transacción –o de grupo de transacciones- permiten creer que el planteamiento es factible.  Estamos viendo que algunos operadores emplean las promociones crecientemente (casi siempre obligando al usuario a realizar una inscripción activa, permitiendo de hecho que cada consumidor se posicione particularmente en un punto de la curva de demanda, ofreciendo información impagable sobre la elasticidad particular a los precios). Muy pronto deberíamos ver que estas promociones dejan de ser masivas y abiertas para devenir personalizadas y privadas. De este modo quizás podría contribuirse a la erosión de los ingresos de voz que afligen a todo el sector de manera general, aunque fuese a costa del margen relativo. 


El móvil fácil

30 enero, 2008

Ya tenemos en el mercado español un nuevo operador móvil (virtual), SIMYO. Se añade a los ya ‘establecidos’ Yoigo, Pepe Phone, Eroski Móvil, Carrefour Móvil… casi todos con un denominador común: una oferta reducida a un único plan de tarifas, de tarifa única (o casi, algunos operadores, como R en Galicia, han aparecido con una tarifa adaptable al consumo, única en todo caso para el usuario en su tramo de uso).

Por alguna razón, todos los operadores que están saliendo aportan la misma propuesta. Para aquellos a quienes la complejidad y carestía de la oferta dominante les provoca una insatisfacción tal como para abrazar cualquier alternativa sencilla, aquí una planteada en terminos numéricos: 12c, ó 15c, ó 9c, por todas las llamadas/sms/… que se quieran hacer.

La teoría nos recuerda que al lanzar una oferta a un mercado el primer paso es determinar el mercado potencial o segmento objetivo al que nos gustaría servir más directa y rentablemente (al menos en términos relativos). ¿Resulta tan atractivo el segmento de usuarios que valoran precio y simplicidad? Aproximadamente dos de cada tres usuarios desconocen qué precios pagan por sus llamadas, así que a primera vista el precio, para una mayoría de usuarios, no sería tan crítico como factor. ¿Qué motiva pues a los usuarios? De nuevo, cerca de dos de cada tres admiten que cambiarían de operador por obtener un móvil nuevo. ¿Puede aquí un operador entrante lanzar una oferta atractiva? Es complicado, puesto que el coste de los terminales va en relación con los volúmenes negociados y ofrecer lo mismo que los dominantes ya implica un esfuerzo muy superior (que además tendrá que recuperarse con tarifas menos rentables. De ahí que algunos de los nuevos operadores estén planteando las activaciones con los terminales liberados de la competencia).

¿Por qué ofrecer entonces una oferta simplificada y abaratada? ¿Por qué ponerse en situación de tener que recuperar, con menores ingresos, una inversión en la adquisición del cliente mayor? ¿y por qué escoger como terreno de juego un segmento, acaso minoritario de usuarios, donde además se concentra la mayor cantidad de oferta competitiva e igualadora? Hay un aspecto, entre todas las valoraciones, que parece incuestionable. Vender precio es sencillo de comunicar. Cualquier departamento de marketing o de comunicación resuelve con facilidad la necesidad de construcción de la propuesta. Basta ocupar el 70% del espacio del home, del anuncio en el periódico, con un único número, y el usuario abandona el lugar con una comprensión clara de lo que se le ofrece. Si no lo confunde con alguno de los numerosos mensajes de la competencia, claro. Vender conveniencia, fiabilidad, servicio, o incluso producto es más complicado, intangible, y no garantiza ningún éxito. Repasar un mercado para identificar estímulos de comportamiento diferentes al coste que formen segmentos relevantes -los gamers e internet addicts, necesitados de comunidad, los autónomos, reclamando atención comercial personalizada, los trabajadores en la calle, reclamando conveniencia y predictibilidad del gasto- tampoco. Aunque en la visión el éxito nunca está garantizado, sino en la ejecución. Y al menos se comienza en un lugar donde el ruido del mercado es inferior.


Vender tecnología o vender con tecnología

23 abril, 2007

Los mercados tecnológicos se enfrentan a un dilema: separar lo que venden (tecnología) de cómo se vende (con tecnología). En otros mercados en los que no existe la confusión, la tecnología tiene asignado un papel bien definido: contribuir a mejorar la productividad con que se compite. En los mercados tecnológicos las mejoras tecnológicas constituyen mejoras de producto, no sólo de la forma de vender, lo que lleva a menudo a interpretar que porque se vende un mejor producto (más avanzado), se está vendiendo mejor (con más eficacia y menos esfuerzo). Esta confusión está, me temo, detrás de la mayoría de fracasos de los mercados de productos tecnológicos: televisión digital terrestre, telefonía de tercera generación, el caso del video betamax, de alguna manera el Macintosh de Apple… ventajas en la tecnología (en el producto) no se trasladaron a ventajas (resultados mejores) en el mercado.

La creciente rapidez de los ciclos de producto y la incorporación de países fabricantes en condiciones crecientemente competitivas, entre otros, hacen hoy más que nunca elevadísimo el riesgo de errar con la estrategia en el mercado. Equivocarse al vender, incluso cuando se vende un buen producto, puede llevar a una empresa a la desaparición. Los resultados finales de éxito en la batalla de la tercera generación de consolas pueden suponer para Sony un contratiempo definitivo. Sony ha interpretado la guerra de las consolas, en la que partía desde una inmejorable posición tras el desenlace de la competencia por las consolas de segunda generación -que supusieron la desaparición de Sega como competidor-, como una batalla tecnológica: la mayor potencia gráfica, la mayor cantidad de componentes, necesariamente iba a resultar en una mayor atracción para el usuario. Y el resultado ha sido un producto excepcional, que parece estar interesando igualmente a un público excepcional: aquel cuyo ocio está tan relacionado con los videojuegos que un desembolso de 600€ -más los accesorios y títulos- está justificado por la sofisticación de la experiencia. Al mejorar el producto, Sony sin querer ha descremado igualmente a su público. Nintendo, por su parte, ha dado una lección de pensamiento estratégico lateral: quizás por intuición o haciendo de la imposibilidad de competir en inversión tecnológica con Sony o Microsoft, ha desarrollado un producto en el que lo novedoso es el planteamiento, no el desarrollo. No más polígonos, sino más posibilidades. No más intensidad, sino nuevos intereses. Y los resultados le están acompañando, capturando clientes por los que Sony no puede competir (ningún usuario primerizo o casual va a arriesgar 600€ en probar la experiencia del videojuego, aunque sí 250€ si además el producto no se parece tanto a aquel que ha venido ignorando hasta ahora por complejo, marginal, sedentario o violento).

Es un impulso natural pensar que el tamaño asegura el éxito, y en ningún mercado como en los tecnológicos esta premisa resulta más engañosa. Nintendo puede ganar la batalla a Sony. RIM, que jamás podrá obtener las economías de escala de que goza Nokia y que por tanto siempre tendrá que aceptar menores márgenes en la venda de dispositivos móviles, ha entendido que su oportunidad está en el software, y -para evitar que le ocurra lo que a Palm (que aceptó demasiado tarde su papel en los smartphones y sistemas operativos)- ahora desarrolla un software que permitirá contar con el correo blackberry en terminales Windows, eliminando el riesgo que tiene para su supervivencia el escenario, plausible, de que los terminales blackberry dejen de ser competitivos o queden superados en interés del público por diseños más del gusto de los usuarios, como los que hacen Apple o Nokia.

Es difícil, en compañías a las que la tecnología ha llevado a posiciones de alta rentabilidad y volúmenes en escaso margen de tiempo, aceptar que el usuario no siempre reconoce, ni valora, toda la investigación y desarrollo que hay tras el producto que emplea. Pero es muy peligroso engañarse creyendo que lo hacen.

UPDATE: En noticias.com aparece el reparto de ventas de las tres consolas de 3G. Las incluyo

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Google Telco

21 marzo, 2007

«Given that our mission is to organize the world’s information, it’s important to make sure our applications work everywhere in the world»

Deep Nishar, Director of Product Management, Google

Aunque desde el punto de vista de los ingresos Google es una compañía del sector publicitario, muy pocos la vemos así. Google es hoy una compañía de medios (radio, video), editorial, de software, de servicios y aplicaciones en red,…por decir algunas, en muchos casos relacionadas entre sí apenas por constituir su base la información digitalizada, como reza su misión. La ingente cantidad de dinero (cash-flow) que el negocio publicitario genera le permite invertir en múltiples sectores de forma exploratoria, aunque se trate de adquisiciones con posiciones dominantes, a la espera de identificar modelos de ingresos atractivos (YouTube, Blogger, son ejemplos en este sentido), aún por revelar. Google es también crecientemente una compañía de telecomunicaciones. Ofrece aplicaciones de voz sobre IP, como Skype, en su Google Talk, forma parte del accionariado de una compañía que ofrece acceso y pretende contar con una huella mundial, y en los USA se plantea la creación de una red propia. La aparición de un un teléfono con la marca Google se inscribe dentro del comportamiento empresarial de Google como una extensión de su presencia, desde las capas superiores (aplicaciones y servicios), a las inferiores y de infraestructura (existen igualmente ecos de su entrada en sistemas operativos).

¿hasta dónde pueden llegar las ambiciones de Google en las telecomunicaciones? Es difícil responder a esa pregunta, pero quisiera lanzar una atrevida especulación. Esto es lo que yo creo que podemos ver de aquí a 3 años (2010):

Google lanza una versión móvil de Google Talk, desarrollada en java y descargable gratuitamente desde cualquier Terminal y que permite, mediante el empleo de APIs, el versionado y adición de funciones. Rápidamente y gracias a la aparición de bonos de consumo y tarifas planas de datos, la aplicación se vuelve muy popular entre los usuarios, especialmente entre los más jóvenes, pese a que la calidad de la voz no es comparable, sobre todo cuando se trata de hacer llamadas offnet, internacionales o en horas pico, gracias al posicionamiento que se hace del usuario en mashups (combinación de pequeñas aplicaciones o módulos) de googlemaps incluidos en la aplicación. En USA, algunos operadores reaccionan vulnerando el principio de net-neutrality, y penalizando o prohibiendo el empleo de nodos asociados a Google y la aplicación. Entonces Google, que ya cuenta con ciertas redes wi-fi en funcionamiento en algunas de las ciudades más importante de USA, adquiere AOL y establece un servicio de conectividad inalámbrica general, gratuito para la mayoría de los usuarios (existe una versión de pago con garantía de calidad y servicio), financiado con publicidad vista por los usuarios. Finalmente crea su propio MVNO (operador móvil virtual), utilizando la red de uno de los operadores móviles que hayan experimentado con WiMax, a quien finalmente comprará cuando decida que quiere salir de USA para contar con los acuerdos de roaming. Emplea un Terminal Linux (con una distribución ya personalizada como Google OS para el que se desarrolla una versión ligera pensada para terminales móviles) pensado para navegar por Internet y para la comunicación VoIP. La aplicación Google Talk móvil ya junta la oferta de servicio WIFI gratuito y handover automático entre redes fijas y móviles. El servicio es muy simple, basado casi exclusivamente en la transmisión de VoIP y en servicios web (inteligencia trasladada a la red, lo que permite utilizar todos los servicios de Google: calendar, maps, froggle, google docs, ….). No hay call center, solo atención por email y por navegación de una FAQ monumental, creciente y gestionada por la tecnología de búsqueda de Google, lo que hace que sea gratuito o puramente testimonial el coste (cuota anual <100€).

Antes de descartar el planteamiento por descabellado, considérese que Google cuenta con suficiente dinero y marca como para entrar de forma instantánea como dominante en un mercado, incluso si se trata de sectores intensivos en capital como el de las telecomunicaciones. Que la tecnología abarata continuamente el coste de tender redes y que seguramente exista una larga cola de usuarios de telecomunicación dispuestos a intercambiar calidad de servicio (hasta un punto, por supuesto) por precio y conveniencia (entendida ésta como la evitación de bloqueos de SIM, contratos de permanencia, …), como demuestran iniciativas como Blyk, y sobre las que los operadores actuales no están estimulados a abordar sin arriesgar sus ingresos presentes de forma significativa. Y que la convergencia de redes, servicios y terminales, reduce a cada día las barreras de entrada para que actores de un campo se trasladen a otros de forma natural. Y Google hace esto cada día.


De la conectividad al servicio de telecomunicación

6 marzo, 2007

Una entrada de E. Dans me hace reflexionar sobre la supuesta amenaza de tecnologías disruptivas en las telecomunicaciones, como es el caso de wifi y wimax. Ambas permiten establecer comunicaciones inalámbricas sin necesidad de contar con la infraestructura de un operador. Sin embargo, una cosa es que sea posible, y otra que se haga realidad de la forma masiva y económica que afectaría a los negocios de un operador.

El negocio de la tecnología tiene como esencia el cambio, un cambio que es crecientemente acelerado. Por tanto ningún agente del mercado puede permitirse confiar el futuro de su negocio a su portfolio actual de servicios. Los grandes gigantes del sector han dado probadas muestras de conocer esto. En este escenario, elementos como la marca, las operaciones, la gestión de relaciones conforman una palanca de sostenibilidad en el negocio superior a la calidad técnica de un producto en un momento. Los usuarios lo reconocen así de forma implícita con sus elecciones y comportamientos, y sólo así se explica el éxito de servicios de escasa complejidad técnica o conceptual (como el SMS, las centralitas) frente a otros dotados de enormes inversiones (el MMS, las videollamadas, …) que han sido comercializados con un gran coste y un escaso retorno. La tecnología no explica necesariamente el éxito en el mercado ni siquiera en mercados tecnológicos.

La irrupción de tecnologías nuevas pues, sin ser un hecho irrelevante, no determina inevitablemente el derrumbamiento de los modelos de negocio actuales más allá de lo que la propia sucesión de tecnologías ya garantiza. WiMax y Wifi son blandidos por outsiders como puntas de lanza de las rupturas en la forma de telecomunicarse, pero para que realmente se produjesen cambios tectónicos sería necesario mucho más que introducir un nuevo protocolo: contar con sistemas de regulación de las frecuencias que permitan a los agentes prestar servicios comerciales con la mínima calidad aceptable por los usuarios, a salvo de interferencias o pérdidas de información (esto puede darse en el caso WiMax utilizando frecuencias asignadas al LMDS, pero limitaría la entrada a 3 competidores nuevos -uno de los cuales ya ha sido adquirido por Telefónica-, no a la supuesta horda de startups o diversificadores de la que se habla); contar con sistemas de gestión de clientes que permitan procesar los eventos asociados al disfrute del servicio (facturas, incidencias con el servicio o con los terminales, garantías y reposiciones, ..) sin interrupciones o perjuicios para los usuarios; proveer terminales fiables y a un precio asequible (algo complicado puesto que para ello hace falta una escala de la que hoy sólo disponen los operadores);  garantizar el tamaño de mercado suficiente como para que las empresas proveedoras de servicios cuenten con un ecosistema que les permita su aprendizaje y crecimiento en un marco de estabilidad,… todo ello sitúa la distancia entre la tecnología y el mercado mucho más amplia de lo que la mera entrega de paquetes o datos aparenta. Sin ello, las tecnologías no pasan de ser un campo de juego de los early adopters, observado atentamente por los incumbentes.


Delegados

21 enero, 2007

La democracia es el menos malo de los sistemas políticos, se dice. Su bondad radica en que en el momento de designar al encargado de la gestión todos los afectados ejercen su influencia, y su limitación en que, una vez designado, los afectados apenas la tienen (únicamente la duración del ciclo de gobierno y la amenaza de decidir en otro sentido). Se admite pues que las democracias más perfectas son las que incrementan las ocasiones en las que los afectados deciden, como la democracia directa Suiza, y la razón de no extender la práctica es precisamente el pragmatismo, la dificultad logística y económica asociada a la movilización. La situación en las empresas, sociedades anónimas, es similar, aunque condicionada por la propiedad social. Los accionistas designan a un consejero delegado y confían en que con los estímulos adecuados éste se conduzca pensando en aquéllos. Si no es así, siempre está la posibilidad -complicada a veces- de remover al consejero y seleccionar a otro. En las empresas la dificultad de convocar efectivamente a los accionistas reduce a un año normalmente -en lugar de los 4 de los cambios políticos- la frecuencia de la toma de decisiones colegiadas, y aún así éstas suelen ser de un nivel extraordinariamente superficial.

La cuestión es, ¿es simplemente una dificultad técnica y de medios, logística y de costes, lo que reconocidamente limita los sistemas de gobierno de naciones y empresas? Si es así, ¿por qué los avances tecnológicos no han implicado cambios sustanciales en las formas en décadas? ¿No sería posible hoy, gracias a la velocidad y economía con la que la información se transmite, contactar a los afectados por un problema de gobierno, social o empresarial, y requerirles la información? ¿no es suficiente un teléfono móvil, dispositivo omnipresente en la sociedad, para informar al destinatario y recoger su parecer sobre una cuestión gerencial? En USA un accionista de Yahoo!, con menos de 1.000 acciones está reuniendo, gracias a la conectividad actual y a la consciencia de la red social, representación para remover ni más ni menos que al CEO de la empresa (y lo hace simplemente por una cuestión de discrepancia estratégica, no por abusos de la dirección) ¿No estamos hoy al menos lo suficientemente cerca de contar con los medios necesarios para hacer efectiva esta democracia en tiempo real como para que algunos gobiernos, analistas estuviesen sopesando su aplicabilidad? Y si no es así, y si nos parecen tan llevaderas las limitaciones del sistema actual, cuando tenemos al alcance de nuestra mano su mitigación, ¿qué otras fuerzas se imponen? ¿piensa la clase dirigente que los gobernados no estarían a la altura?


Movil: canal, publicidad, rentabilidad

19 septiembre, 2006

El móvil está empezando a superar el concepto de dispositivo para el habla a distancia, y comienza a incorporar otras opciones. Cada vez más, el móvil es un dispositivo de comunicación -así de genérico-, un canal privilegiado de acceso al usuario. Se observa asímismo que en este proceso las empresas comienzan por explotar la cara publicitaria de la tecnología. No es complicado entenderlo: la publicidad convencional tiene rendimientos decrecientes, especialmente la televisión, que ha matado a la gallina de los huevos de oro, y las empresas buscan alternativas: reinventar la televisión, como prentende Budweiser, reinventar la publicidad, estableciendo nuevos entornos para los mensajes publicitarios. Las comunidades están gozando de un valor y atención crecientes como medios publicitarios: MySpace, por ejemplo, encuentra su significado como plataforma de venta de contenidos a jóvenes, por su vinculación a la música.

El móvil por su parte cuenta con armas interesantes como canal publicitario: viaja con los usuarios, lo que lo hace adecuado para promociones con cupones y en el punto de venta; es un canal electrónico que deja rastro de lo que hace, favoreciendo actuaciones personalizadas hacia el consumidor, la tecnología en que se basa no para de evolucionar, como otros países nos van señalando. No es de extrañar que el crecimiento de este terreno esté siendo exponencial y despierte el apetito de los grandes nombres de internet.