El líder constante

28 agosto, 2007

Hace unas semanas conjeturaba sobre la posibilidad de que el grupo pudiese ser elevado a la categoría de participante en la toma de decisiones en entornos críticos, como el gobierno político o corporativo, gracias al avance de la tecnología que materializa la formación de opiniones y su expresión en tiempo real. Sobre esto no fui novedoso, otros han abundado tanto sobre el nuevo poder de los individuos como sobre la calidad de las decisiones tomadas por los grupos. A través de una entrada de E. Dans observo actualmente un ejercicio real, aunque aún en gestación, de entrega de la decisión a un grupo: la gestión de un equipo de fútbol .

El caso tiene varios aspectos interesantes. De un lado, en el mundo del fútbol la cualidad de experto técnico (en la gestión, en este caso) es más difusa que en casi cualquier otro (no existe nada parecido a una escuela de gestores de equipos, y cuando las hay, pasan de puntillas sobre las decisiones que verdaderamente separan a los clubes exitosos de los demás, como la elección de los jugadores a comprar, a vender o la valoración adecuada de los mismos al confeccionar las plantillas). Unas cosas y otras conducen a considerar la dirección de equipos de fútbol, en gran medida, un arte antes que una ciencia, un sujeto de fortuna antes que un objeto de trabajo, como si el secreto de la gestión fuese un arcano inalcanzable para cualquier individuo de forma deliberada.  Por otra parte, el carácter de competición parece facilitar las comparaciones sobre qué organizaciones estan mejor gestionadas, de modo que los resultados del experimento, aunque necesiten de un periodo suficiente para ser significativos, podrían aportar conclusiones significativas. De este ejercicio el individuo podría quedar señalado como un pasivo en la toma de decisiones frente a un grupo más inteligente que él, que no envejece, más difícil de corromper, más constante.

Aunque hablemos de fútbol, podrían ser plantillas u organizaciones de cualquier tipo: el fútbol lo único que hace es exacerbar la guerra por el talento en términos de riesgo económico y con ello las consecuencias de decidir correcta o erróneamente. Lo que de aquí se concluya será razonablemente exportable a otros ámbitos. 

 J. Surowiecki, en su libro fantásticamente documentado, apunta multitud de casos (en política, o en criterios de calidad artística) en los que el colectivo concibe mejores decisiones que el individuo. Para obtener sin embargo decisiones válidas del grupo es necesario que éste sea independiente (que unos individuos no condicionen las respuestas de los otros). Cuando no lo es, Surowiecki lo llama turba [mob] y es descartado como un productor eficaz de decisiones. En este punto, el fútbol no será un buen caldo de cultivo: demasiadas pasiones, demasiada atención, demasiada discusión.

Pero el mayor problema práctico viene en mi opinión de la articulación de las fronteras entre las responsabilidades de ambos. Es evidente que el grupo no tiene una existencia permanente, se constituye y expresa para la ocasión, es multiforme y es discontinuado, por lo que nadie, ni siquiera Surowiecki sugiere que los grupos suplanten a los individuos completamente. Es necesario asignar a cada uno un área de acción. El individuo, a través de su pericia técnica, es capaz de avanzar en terrenos administrativos, burocrácticos, de análisis y coordinación, mientras que el grupo podría entrar en escena cuando se requiera una decisión estratégica. Pero ¿qué ocurrirá con lás zonas grises? ¿Quién presenta y determina las opciones al grupo, para su elección? ¿Quién determina los límites o condicionantes de la decision -por ejemplo, cuánto endeudarse para fichar jugadores-? Sospecho que en la contienda entre el grupo e individuo, será un individuo quien ejerza de juez.

Anuncio publicitario

La moneda virtual de la atención

9 julio, 2007

Buena parte del fracaso del internet 1.0 se fundó en la ausencia de modelos de ingreso o, dicho con más precisión, en la creación de modelos de ingreso que pretendían -sin consideración de la realidad- ofrecer servicios bajo el modelo publicitario: el usuario no paga por su disfrute, paga una tercera empresa por la atención (eyeballs) obtenidas en la congregación de visitantes y usuarios. Este modelo no es necesariamente malo, aunque en durante la burbuja sufrió degradaciones como justificar negocios para los que no había exhibidores, o plantearse de forma irrazonable (los modelos publicitarios, hasta la aparición de la larga cola, suelen aparecer con un esquema winner takes all que impide la supervivencia de más de uno o dos jugadores, y aún hoy al paraguas del long tail, de forma general no aseguran la rentabilidad de los entrantes más que con estructuras de coste optimizadas).

En todo caso, y aun pesando las innumerables defunciones de empresas que no han superado la prueba de la segunda ronda de financiación, durante todo este tiempo el modelo de ingreso publicitario se ha mantenido con fuerza, cotizando crecientemente al alza una nueva divisa digital: una falsa gratuidad. ¿Qué significa gratis para el usuario? No pagar dinero. Pero en la economía de la atención, aparece una nueva moneda, la información. Los modelos de negocio parecen refinarse hasta el extremo en que los ha dejado Google, en el encuentro de un click de un usuario con su conversión en compra para un comerciante a través de una intención declarada. Si primero se pagaba por surfear, lo cual acabó en algunos desastres y en el marketing bajo permiso, ahora asistimos a un modelo mucho más potente, por lo masivo, e inquietante, por el objeto de contraprestación, a saber, conveniencia -casi sin límites- en el medio digital, de forma gratuita, a cambio del ‘alma’ virtual del usuario. El rastro digital de nuestras vidas, que cada día es más profundo, completo, y real, custodiado por un celador que en este caso es juez y parte. ¿Cabe fiarse a la escrupulosidad, rigor y honestidad de Google en la promesa de cuidado hecha? En primer lugar, ¿sabemos a qué se ha comprometido Google y dónde se ha fijado a sí mismo los límites de su actuación? Tomándolo del post de Battelle, quien a su vez extracta los términos de servicio de Gooogle (el subrayado es mío):

11.1….By submitting, posting or displaying the content you give Google a perpetual, irrevocable, worldwide, royalty-free, and non-exclusive licence to reproduce, adapt, modify, translate, publish, publicly perform, publicly display and distribute any Content which you submit, post or display on or through, the Services. This licence is for the sole purpose of enabling Google to display, distribute and promote the Services and may be revoked for certain Services as defined in the Additional Terms of those Services.

11.2 You agree that this licence includes a right for Google to make such Content available to other companies, organizations or individuals with whom Google has relationships for the provision of syndicated services, and to use such Content in connection with the provision of those services.

Recientemente E. Dans, quien en el pasado había elogiado la labor de Google y su dirección, se cae del caballo para criticar duramente los últimos movimientos del buscador. Al contrario que la moneda financiera, la moneda de la atención se reevalúa con la acumulación: cuanta más precisión exista en los perfiles que se conforman de nuestra persona, máyores son las posibilidades de intromisión y mayores los temores. Al haber otorgado tanto poder a un único destinatario, nuestra desconfianza se dispara. Y sin embargo, y pese al murmullo, no se observa más que pasividad en los usuarios, no figuran movimientos de rechazo o animadversión contra los buscadores. ¿Cómo explicar esto? En parte, Google aún se beneficia de la inmejorable acumulación de capital en relaciones públicas que consiguió amasar durante años. Pero en parte también porque mediante la explotación del modelo de la gratuidad, Google ha conseguido un efecto esencial sobre el valor percibido de la moneda con que se cobra: ha devaluado su cotización. Por último, las identidades digitales, -por lo que tienen de ficticias o al menos de potencial de serlo- en la red han contribuido a formar una imagen difusa, devaluada, de nuestros yos virtuales (no tenemos apego ni consideración por nuestro rastro en la red, es considerada en parte reponible, sustituible, reproducible y desechable), aspecto del que Google se ha beneficiado enormemente. Y sin embargo, nuestra huella digital es un reflejo cada vez es más fiel de quiénes somos en realidad y a qué aspiramos. Pero esto ya lo sabe Google.


Explotar los contenidos. Qué vale más, la audiencia o los ingresos

13 junio, 2007

En el apogeo de la burbuja tecnológica del año 2000 se solía decir que el contenido era la clave (content is king). En un momento de competencia intensa por la atención (eyeballs) que en aquel momento era equivalente de éxito y de cotización bursátil, muchas empresas desearon contar con fuentes de contenidos para sus infraestructuras y estuvieron dispuestas a casi cualquier cosa, incluyendo la disolución de sus modelos de negocio, para hacerlo.  En aquellos tiempos también aparecieron las reglas del juego, notablemente la Digital Millenium Copiright Act (DMCA), que establecía una protección para aquellas compañías que ofrecían el acceso respecto de la legalidad de los contenidos servidos a través de sus enlaces -puesto que se alegaba la imposibilidad práctica de monitorizar cada bit transmitido- siempre que se produjesen un par de circunstancias: que la compañía de infraestructura estableciese claramente una política al respecto de lo permitido a sus usuarios, incluyendo la retirada de contenidos infractores del copyright una vez detectados, y que no hubiese beneficio económico para la empresa que actuaba como plataforma.

Tras el crash de la burbuja, asistimos a una nueva era dorada de los contenidos, revitalizada esta vez por la producción social en el ecosistema del web 2.0. MySpace, Google Video, Pandora, iTunes, YouTube… muchos de los sitios de más éxito en internet explican una buena parte de sus resultados por la oferta de contenidos que ofrecen.  El más paradigmático es sin duda YouTube. Google conmovió la sociedad digital con la compra de youTube hace unos meses, y ahora es noticia porque anuncia un sistema para la gestión de los contenidos y su copyright de forma preventiva (sistema del que algunos ya desconfían en su aplicación práctica).  Aunque Google ha venido cerrando acuerdos con muchos propietarios de contenidos y unos pocos son realmente originales, es muy probable que una gran mayoría de los contenidos de YouTube sean volcados por usuarios que no disponen de la propiedad sobre los mismos, creando un sistema muy atractivo desde el punto de vista de la atención y de difícil monetización por Google, que sobrevive a las demandas de los propietarios bajo la doble ficción de que no le es posible monitorizar todo el tráfico (lo que no le ha impedido evitar la carga de pornografía a su red, como demuestra esta excepción) y de que «no colabora» (esto es, no se beneficia económicamente, aunque el tráfico de sus sitios tiene una relación directa con el valor de la compañía) con los infractores. La posibilidad de que pueda en adelante anticipar al momento de la publicación la gestión de la propiedad coloca a Google ante un dilema: ¿querrá Google forzar la remoción de contenidos ilegales a cambio de la posibilidad de explotar los que restan? Suponiendo que el sistema sea eficaz (probablemente aquí esté el quid de la cuestión), YouTube tendría la posibilidad de conseguir un negocio ‘limpio’, pero probablemente sin muchos de los usuarios (que acuden a ver contenidos protegidos) actuales, pero explotable, o mantener el sitio más efervescente de internet con la penalización de no poder explotarlo al 100%. Las economías de red y la historia empresarial de los últimos años (microsoft vs netscape, blogger vs. six apart, linux vs windows), así como la propia historia de Google parecen indicar que es preferible asegurar el dominio futuro que cosechar en el presente, aunque esta vez es posible que sus involuntarios proveedores quieran tener un voto en la decisión.


¿Quienes serán los periodistas del futuro (digital)?

7 junio, 2007

El modelo de negocio de la prensa escrita está sufriendo importantes sacudidas, de las que es difícil anticipar el desenlace tras la crisis. John Battelle recupera en una entrada reflexiones profundas, y preocupadas, sobre el futuro del sector. En un país donde los salarios son costes completamente variables, el San Francisco Chronicle anuncia el despido de 100 trabajadores como fórmula para reducir gastos y conservar la rentabilidad. Battelle solicita que, frente a la dramática situación del periodismo impreso, Google asuma su responsabilidad social subsidiaria y asuma un papel de liderazgo en la generación de ideas e información. Recientemente H. Blodget, al calor de la venta de Dow Jones, editor de WSJ, al News Corporations, abunda en la idea sugiriendo que Google o Yahoo! podrían ser interesantes adquirentes del grupo periodístico.

El ascenso del web 2.0 y la multiplicación de los emisores de información ha estado ocultando un hecho muy relevante: las fuentes originales de contenido siguen siendo muy reducidas: gran parte de la multiplicación de los mensajes que se observa en este época son eco de unos pocos materiales que se rastrean y revelan en la mayoría de los casos gracias a la actividad profesional  de algunos grupos y organizaciones comprometidos -por vía de la satisfacción empresarial de una demanda del mercado- con la producción informativa. Sin ellos, todo el escenario del web 2.0 puede tambalearse seriamente, inconsistente sin el atrezzo de los datos e historias que funcionan como materia prima y que contribuyen a dotar de significado mediante la aplicación de infinitas perspectivas personales.

La inevitable transformación del escenario de los medios (quizás sería más propio llamar orígenes) de información no garantiza una evolución a mejor, sólo una transformación de los modelos de negocio: las fuentes de ingresos se desplazan a medios más eficientes (publicidad contextual frente a segmentaciones básicas, anuncios clasificados dinámicos y accesibles en la web que desaparecen de la prensa escrita donde se vuelven obsoletos en minutos). El problema de la gestión de la atención ha proporcionado a los medios digitales, con las herramientas de la personalización y los filtros, la manera de intermediar entre las fuentes originales y los usuarios complejos que encuentran ahora el modo de digerir todas las fuentes que les interesan gracias una asimilación previa que les entrega el portal, con importante beneficio económico derivado de monetizar todas esas páginas vistas.

El nuevo modelo de negocio sitúa a los medios tradicionales en una situación insostenible (los medios tienen vocación de influir, de formar opiniones, pero hacerlo -entrando en la red- les supone un coste que no saben recuperar, y no hacerlo les condena a la marginalidad) en la que lo único que saben apreciar con nitidez es la elevación de los nuevos infomediarios, a quienes no saben si demandar o pedir ayuda. A su vez, los nuevos intermediarios se declaran, cada vez con menos convencimiento, como empresas sin participación en la creación del contenido, solo en su agregación y entrega. A medida que se haga más evidente el poder de los nuevos intermediarios y la importancia de las fuentes de contenido, será más extraño no verticalizar los negocios, y entonces los agregadores se enfrentarán a un dilema para el que no han sido educados: la elección entre el contenido propio y el interés del usuario.


Identidades digitales

24 mayo, 2007

La plataforma de Second Life está teniendo una gran repercusión como mundo virtual donde la gente crea una identidad nueva y digital. En medios y blogosfera se da eco al fenómeno, como un signo de los nuevos tiempos, como un ejemplo algo ingenuo de hasta dónde la virtualización puede llegar. Sin embargo, otro fenómeno está pasando desapercibido y tiene que ver con nuestra first life, no la segunda.

Hace unos días M. Cuban reflexionaba en su blog cómo nuestras identidades reales cada vez dejan una huella más precisa y prolija en internet. La memoria de nuestras vidas y acciones queda anotada con exactitud en blogs, libros de imágenes, webs personales, podcasts con grabaciones… devaluando nuestros recuerdos hasta volverlos una burda versión del juego de archivos que quedan a disposición de nuestros congéneres. Lo digital sepultando a lo analógico. El misterio de nuestras vidas, el atractivo de las personas, que consiste en tener no un pasado, sino muchos, a lo O. Wilde, deja paso a la neutralidad de los datos y la relevancia de los resultados. Algunos padres, al concebir nombres para sus futuros hijos, comienzan a acudir a Google para identificar las fórmulas que más visibilidad otorgan, recogía hace unos días N. Carr. Junto a la imagen de nuestras aspiraciones, indicada gruesamente en las islas de Second Life, otro dossier mucho más revelador se construye en el ciberespacio.

A medida en que transferimos la importancia de nuestros actos hacia lo digital, aumenta el peligro y el poder de los patrones de la atención. Lo que no es observado no existe, y ahora son los buscadores los que fijan en qué medida una persona es digna de ser reconocida. Una posición que, cada vez con más evidencia, no es neutral, sino que incorpora la voluntad de distinguir lo bueno y lo malo. No quiero resultar catastrofista o negativo, pero si ponemos cada vez más de nuestra vida como un volumen de información o unas bases de datos, acaso no estamos planteando nuestra esencia como un problema de organización y acceso? Como se pregunta N. Carr, ¿nos dirá Google qué pensar? En el mundo ideal que se está concibiendo en el Googleplex, ¿qué detalles quedarán fuera de su acción? Conscientemente o no, el precio que podemos estar pagando por la permanencia de nuestra huella -y la relevancia como resultado- quizás sea dependencia de una inteligencia (articifical) que cada vez se reconoce más superior.


Google Telco

21 marzo, 2007

«Given that our mission is to organize the world’s information, it’s important to make sure our applications work everywhere in the world»

Deep Nishar, Director of Product Management, Google

Aunque desde el punto de vista de los ingresos Google es una compañía del sector publicitario, muy pocos la vemos así. Google es hoy una compañía de medios (radio, video), editorial, de software, de servicios y aplicaciones en red,…por decir algunas, en muchos casos relacionadas entre sí apenas por constituir su base la información digitalizada, como reza su misión. La ingente cantidad de dinero (cash-flow) que el negocio publicitario genera le permite invertir en múltiples sectores de forma exploratoria, aunque se trate de adquisiciones con posiciones dominantes, a la espera de identificar modelos de ingresos atractivos (YouTube, Blogger, son ejemplos en este sentido), aún por revelar. Google es también crecientemente una compañía de telecomunicaciones. Ofrece aplicaciones de voz sobre IP, como Skype, en su Google Talk, forma parte del accionariado de una compañía que ofrece acceso y pretende contar con una huella mundial, y en los USA se plantea la creación de una red propia. La aparición de un un teléfono con la marca Google se inscribe dentro del comportamiento empresarial de Google como una extensión de su presencia, desde las capas superiores (aplicaciones y servicios), a las inferiores y de infraestructura (existen igualmente ecos de su entrada en sistemas operativos).

¿hasta dónde pueden llegar las ambiciones de Google en las telecomunicaciones? Es difícil responder a esa pregunta, pero quisiera lanzar una atrevida especulación. Esto es lo que yo creo que podemos ver de aquí a 3 años (2010):

Google lanza una versión móvil de Google Talk, desarrollada en java y descargable gratuitamente desde cualquier Terminal y que permite, mediante el empleo de APIs, el versionado y adición de funciones. Rápidamente y gracias a la aparición de bonos de consumo y tarifas planas de datos, la aplicación se vuelve muy popular entre los usuarios, especialmente entre los más jóvenes, pese a que la calidad de la voz no es comparable, sobre todo cuando se trata de hacer llamadas offnet, internacionales o en horas pico, gracias al posicionamiento que se hace del usuario en mashups (combinación de pequeñas aplicaciones o módulos) de googlemaps incluidos en la aplicación. En USA, algunos operadores reaccionan vulnerando el principio de net-neutrality, y penalizando o prohibiendo el empleo de nodos asociados a Google y la aplicación. Entonces Google, que ya cuenta con ciertas redes wi-fi en funcionamiento en algunas de las ciudades más importante de USA, adquiere AOL y establece un servicio de conectividad inalámbrica general, gratuito para la mayoría de los usuarios (existe una versión de pago con garantía de calidad y servicio), financiado con publicidad vista por los usuarios. Finalmente crea su propio MVNO (operador móvil virtual), utilizando la red de uno de los operadores móviles que hayan experimentado con WiMax, a quien finalmente comprará cuando decida que quiere salir de USA para contar con los acuerdos de roaming. Emplea un Terminal Linux (con una distribución ya personalizada como Google OS para el que se desarrolla una versión ligera pensada para terminales móviles) pensado para navegar por Internet y para la comunicación VoIP. La aplicación Google Talk móvil ya junta la oferta de servicio WIFI gratuito y handover automático entre redes fijas y móviles. El servicio es muy simple, basado casi exclusivamente en la transmisión de VoIP y en servicios web (inteligencia trasladada a la red, lo que permite utilizar todos los servicios de Google: calendar, maps, froggle, google docs, ….). No hay call center, solo atención por email y por navegación de una FAQ monumental, creciente y gestionada por la tecnología de búsqueda de Google, lo que hace que sea gratuito o puramente testimonial el coste (cuota anual <100€).

Antes de descartar el planteamiento por descabellado, considérese que Google cuenta con suficiente dinero y marca como para entrar de forma instantánea como dominante en un mercado, incluso si se trata de sectores intensivos en capital como el de las telecomunicaciones. Que la tecnología abarata continuamente el coste de tender redes y que seguramente exista una larga cola de usuarios de telecomunicación dispuestos a intercambiar calidad de servicio (hasta un punto, por supuesto) por precio y conveniencia (entendida ésta como la evitación de bloqueos de SIM, contratos de permanencia, …), como demuestran iniciativas como Blyk, y sobre las que los operadores actuales no están estimulados a abordar sin arriesgar sus ingresos presentes de forma significativa. Y que la convergencia de redes, servicios y terminales, reduce a cada día las barreras de entrada para que actores de un campo se trasladen a otros de forma natural. Y Google hace esto cada día.


Don’t say «Don’t be Evil»

2 marzo, 2007

Google bajo la lupa Google representa a todos los efectos una historia de éxito. El éxito de una empresa creada en un garage y llevada a la cúspide del Nasdaq, el éxito de una empresa que supera a los grandes colosos de un mercado en menos de una década, el éxito de una marca instalada en las mentes de todos nosotros como sinónimo de su actividad (las búsquedas), separándose de sus competidores por una distancia mucho mayor que la que actualmente determina la mera calidad técnica de su producto.

Y sin embargo, todo este éxito tradicionalmente no ha sido suficiente para Google. Como empresa, confiada en su éxito, con la mezcla de arrogancia e ingenuidad típica de los ingenieros que impulsaron su nacimiento, desde un comienzo Google se concibió a sí misma como una empresa distinta a las demás empresas, instalada en un universo distinto, no contaminado por las miserias y oxidaciones del capitalismo: la resistencia a emplear elementos gráficos o publicidad en su web, la negativa a plegarse a las directrices de los mercados financieros, … todo ello eran símbolos de la unicidad de Google, condensados en el motto que ha acompañado a la empresa como un emblema: «Don’t be Evil«. De la mano de esta filosofía, Google ha atravesado su camino hacia el éxito con un efecto insospechado: la simpatía de los usuarios. Extrañamente, los usuarios no han recelado del ascenso imparable de una compañía que ha derribado como figuras de papel a las grandes multinacionales (y otras que no lo eran) que le han presentado batalla competitiva: las búsquedas primero, los blogs, el correo electrónico, los vídeos, últimamente las aplicaciones de oficina… todos terrenos de batalla superados con la inesperada facilidad con que los ejércitos alemanes deshicieron la oposición francesa en 1940.

No es difícil entender que la independencia y falta de convencionalismo de Google la hayan erigido en una favorita de los usuarios. Y sin embargo, bajo el inmaculado retrato de Dorian Gray comienzan a advertirse algunos hedores que invitan a pensar en una más prosaica realidad. A la monumental adquisición del gigante YouTube le ha seguido la estrategia implacable de obligar a todos los propietarios de derechos a requerir peticiones individuales para la remoción de los contenidos protegidos, lo que incluye amenazas a aquellos pequeños productores que no pueden costear abogados o largos procesos litigiosos. Respecto de los resultados del buscador, aún resuenan los efectos de la masiva actualización -aunque no la última- en la base de datos que mantiene bien a las claras cuál es últimamente el criterio decisor sobre los resultados de búsqueda, ya hoy un medio de vida para miles de pequeños (y grandes) comercios en internet y un puente insoslayable entre el conocimiento y la percepción de la realidad y los usuarios. La reciente introducción de la empresa en el mercado de las aplicaciones ofimáticas, sin perjuicio de poder significar la aparición de un modelo disruptivo, tiene muchos paralelismos con las denostadas prácticas de Microsoft de aprovechar su posición dominante en un mercado para torpedear la competencia en otro, empleando para ello y sin reservas el dumping (nadie puede pensar que el coste de desarrollo de esas aplicaciones venga sino de una transferencia de beneficios desde las búsquedas, aunque esto es aplicable a la enorme mayoría de campos en los que Google se ha instalado). Últimamente incluso observamos comportamientos de pura avaricia empresarial directamente incompatibles con la autoinvestida preocupación por las personas: sólo así puede entenderse la actuación en Carolina del Norte, en donde el propio estado y sus funcionarios se han visto obligados a ofrecer millones de dólares para garantizarse el establecimiento de una planta e instalaciones de la compañía. Nada que no haya estado en la agenda de otras muchas empresas, si excluímos los acuerdos de confidencialidad a que los funcionarios públicos se vieron obligados a firmar -detalles sólo al alcance de empresas tan poderosas como ella- pero que casan mal con el principio de no hacer el mal que impregna las relaciones públicas de la empresa.

Que el capitalismo y el libre mercado, con su favorecimiento del interés (económico) propio, suelen provocar situaciones y comportamientos indeseables, incluso bajo el marco de la ley, no es nuevo. Parte del velo de codicia que la sociedad asigna a los grandes poderes económicos se funda en la convicción de que la mayoría de grandes compañías esconden prácticas reprobables en la gestión de alguna persona o en la manera de conseguir ciertos resultados. Lo que es nuevo es que una empresa que se distingue a sí misma como la única de una nueva clase, y emplee esta imagen en provecho propio, acumule ejemplos igualmente cuestionables en sus sótanos. Google ha acumulado más poder que ninguna otra empresa en los últimos años. Y el poder corrompe.


Filtros personales

15 febrero, 2007

¿Cuál es la razón del éxito de los blogs? ¿por qué acudimos a un blog? El fenómeno de los blogs tiene un éxito incontestable, lo cual puede descomponerse en dos caras: la gran cantidad de oferta, que se explica mirando las razones de las personas para publicar ; y la gran cantidad de demanda, expresada en las importantes audiencias de algunos blogs. Si bien existen algunos cambios que ha permitido materializar la posibilidad de publicar -como la existencia de wordpress, en donde se escribe esto-, ¿qué hace que la audiencia se traslade de los medios tradicionales a los blogs? Esto es más interesante en cuanto que muchos de los blogs más populares recogen contenidos que ya existen previamente en el medio internet. ¿cuál es la razón de su éxito pues? No parece que sean los contenidos, puesto que no son originales en muchos casos; acaso la aportación de opinión, en la medida en que el blogger usualmente tamiza lo que publica desde su experiencia o conocimiento. Pero si fuese así, probablemente serían más exitosos los blogs más analíticos y consistentes. Por mi parte tengo la impresión de que es bastante corriente en los blogs más exitosos (microsiervos, blog maverick, … por indicar algunos de los que conozco bien y son muy populares) la variedad, la inconsistencia, como si la transmisión de los ánimos y veleidades de los bloggers resultase un incremento en su atractivo. ¿es entonces la adhesión a una personalidad por parte de la audiencia lo que justifica su éxito? Acaso lo sea, el hombre es un ser empático, social, y es difícil no proyectarse de alguna manera en los escritos, siempre personales, de un blogger. Pero vemos con frecuencia que blogs de éxito son blogs de varios bloggers, con una personalidad confundida entonces. Quizás es otra cosa. Quizás encontramos en un blog un verdadero filtro. Encontramos a alguien con quien sintonizamos en gustos, y que nos facilita, mediante su visión de la realidad, el acceso a la información que deseamos, que nos interesa, y nos resuelve el problema de la atención, nos permite sacar más provecho a nuestro tiempo seleccionando los materiales de entre la ingente masa existente. No se trata de un problema de personalización al estilo al que lo resuelven los algoritmos de recomendación, porque el usuario no es homogéneo, desea recibir igualmente opiniones sobre la NBA que sobre el futuro de los medios digitales si responden a sus intereses. El quid del blog entonces sería reflejar los intereses variopintos de un grupo adecuado de usuarios, pero para eso existe esa enorme variedad de oferta. El problema entonces sería, ¿existe alguien que dedica más tiempo a la identificación o que resuelve de una forma más aproximada a nuestro intereses este proceso, que reconozca mejor la manera de presentar un contenido para que sea valorado por nosotros? Finalmente, esa persona puede llegar a ser uno mismo, o de otro modo, quien uno mismo querría llegar a ser.


Delegados

21 enero, 2007

La democracia es el menos malo de los sistemas políticos, se dice. Su bondad radica en que en el momento de designar al encargado de la gestión todos los afectados ejercen su influencia, y su limitación en que, una vez designado, los afectados apenas la tienen (únicamente la duración del ciclo de gobierno y la amenaza de decidir en otro sentido). Se admite pues que las democracias más perfectas son las que incrementan las ocasiones en las que los afectados deciden, como la democracia directa Suiza, y la razón de no extender la práctica es precisamente el pragmatismo, la dificultad logística y económica asociada a la movilización. La situación en las empresas, sociedades anónimas, es similar, aunque condicionada por la propiedad social. Los accionistas designan a un consejero delegado y confían en que con los estímulos adecuados éste se conduzca pensando en aquéllos. Si no es así, siempre está la posibilidad -complicada a veces- de remover al consejero y seleccionar a otro. En las empresas la dificultad de convocar efectivamente a los accionistas reduce a un año normalmente -en lugar de los 4 de los cambios políticos- la frecuencia de la toma de decisiones colegiadas, y aún así éstas suelen ser de un nivel extraordinariamente superficial.

La cuestión es, ¿es simplemente una dificultad técnica y de medios, logística y de costes, lo que reconocidamente limita los sistemas de gobierno de naciones y empresas? Si es así, ¿por qué los avances tecnológicos no han implicado cambios sustanciales en las formas en décadas? ¿No sería posible hoy, gracias a la velocidad y economía con la que la información se transmite, contactar a los afectados por un problema de gobierno, social o empresarial, y requerirles la información? ¿no es suficiente un teléfono móvil, dispositivo omnipresente en la sociedad, para informar al destinatario y recoger su parecer sobre una cuestión gerencial? En USA un accionista de Yahoo!, con menos de 1.000 acciones está reuniendo, gracias a la conectividad actual y a la consciencia de la red social, representación para remover ni más ni menos que al CEO de la empresa (y lo hace simplemente por una cuestión de discrepancia estratégica, no por abusos de la dirección) ¿No estamos hoy al menos lo suficientemente cerca de contar con los medios necesarios para hacer efectiva esta democracia en tiempo real como para que algunos gobiernos, analistas estuviesen sopesando su aplicabilidad? Y si no es así, y si nos parecen tan llevaderas las limitaciones del sistema actual, cuando tenemos al alcance de nuestra mano su mitigación, ¿qué otras fuerzas se imponen? ¿piensa la clase dirigente que los gobernados no estarían a la altura?


Democracia digital

30 diciembre, 2006

La toma de la Bastilla

En 2006 Times nombra a su personaje del año al internauta, a los protagonistas del web social, y no es posible no pensar que algo verdaderamente ha cambiado. Internet se ha convertido en un medio intensamente democrático, en el que todos somos iguales (en las precisas palabras de N. Carr, «on the Internet, we’re all bodiless, symbols speaking to symbols in symbols«) y el poder se haya más repartido y fragmentado que nunca. Los agentes que tradicionalmente han ostentado el poder (las empresas, los medios de comunicación), encuentran ahora que los usuarios -no todos, para ser francos, aunque sí potencialmente todos- les plantan frente y aún les miniaturizan. Y nos resulta irresistible celebrar el tránsito, la igualación de empleados y empresarios, el ajusticiamiento de las multinacionales en favor de mercados tan segmentados y alargados que el más modesto creador puede sentirse estrella y rodearse de admiradores.

Y sin embargo, esta euforia nos hace olvidar que la democracia ha admitido siempre su condición de sistema limitado, y acaso la radicalización de su imperio en un espacio como internet pueda estar igualmente exacerbando sus defectos. Asistimos a la creación de un sistema ‘transparente’ de publicidad para cualquiera y aparecen tumores que gravan la actividad sin aparente solución. Se inician los medios democráticos de gestión de la atención como Digg y sus imitadores y ahora resulta que los grandes salesmen -como diría M. Gladwell– de estos sitios ponen un precio a su juicio. Google, el gran organizador del acceso a la información, tiene también su cara de controlador respecto de lo que existe para el mundo y lo que no.

El éxito del capitalismo lo ha sido también de las empresas y los medios de comunicación. Pero por lo mismo, su deseo de conservar el poder económico que han acumulado les ha llevado a idear sofisticados métodos de organización que han homogeneizado sus productos y hecho previsibles sus defectos y alineamientos, permitiéndonos crear una adecuada desconfianza en nuestra forma de aproximarnos a ellos que nos protege de muchos de sus efectos perjudiciales (al menos de los mentales). Sin embargo, la rápida ascensión del poder de nuestros iguales nos ha cogido completamente desprevenidos. No sospechamos de la parcialidad de Google al ofrecernos contenidos, de los intereses de un blogger aupado por una audiencia y que vierte opiniones sin un proceso de comprobación de fuentes o aseguramiento editorial. Y sin embargo, buena parte de la credibilidad que atribuimos a los medios que consultamos es un efecto atribuido por la credibilidad depositada en los medios que tradicionalmente consultamos (otra parte deriva directamente del emisor, es cierto), una especie de inercia que impregna al medio y que se transmite al nuevo emisor con tal de que emplee los medios en una forma similar a lo que venía siendo la norma, justo lo que el web 2.0 ha realizado. Lo que ahora puede estar ocurriendo es que esa virtud del medio pueda estar diluyéndose entre miles de emisores que no tienen criterios de calidad en común y que no ejercen más censura que la superposición de mensajes contradictorios. En este ruido ensordecedor es difícil distinguir las voces autorizadas de las autoinvestidas, y los usuarios tenemos ante nosotros un gigantesco problema para asignar nuestra atención limitada con garantías de éxito.

La democracia ha llegado a la generación del contenido pero, como suele ocurrir con las revoluciones, derribar poderes exige una radicalización de las formas que remueve instituciones útiles y aúpa oportunistas. Tendremos que asistir a excesos hasta que el Internet encuentre la forma de expulsar o al menos de identificar a cada estrato de generadores de contenido. Los medios actuales no dejan de ser incipientes e inmaduros, tan limitados como lo es la democracia como sistema de asignación de autoridad. Aunque es lo mejor que tenemos.