En mercados tecnológicos, han sido siempre EEUU y en alguna medida Japón los líderes mundiales. Hardware, software, electrónica de consumo, memoria, microchips, internet… los polos económicos y clusters empresariales más importantes se iban concentrando, de manera natural, en uno o ambos de esos países y alrededor de los dominadores de cada sector. Europa, y dentro de ésta las economías más innovadoras, asumieron un papel de challengers, retadores, competidores, pero siempre un paso por detrás en cuota, talento.
La telefonía móvil fue durante unos años una excepción: un oasis en el que observar a las compañías más pujantes. Redes móviles, terminales, han sido durante un par de décadas lideradas por compañías europeas como Ericsson, Nokia, Alcatel incluso. Ya no. Los errores estratégicos derivados del modelo RPP, que han lastrado la penetración de la telefonía móvil en EEUU hasta el día de hoy, o del síndrome de Galápagos en Japón, que sustrajo la posibilidad de conseguir escala a los fabricantes japoneses, ofrecieron una ventana de oportunidad que los estándares europeos supieron conquistar: la producción a escala de Nokia, la dominancia del estándar GSM, la irrupción de compañías de mensajería y contenidos han sido el resultado de condiciones favorables aprovechadas por compañías y personas competentes. Motivo de orgullo de los poderes públicos. Razón de complacencia. Origen de la decadencia que puede observarse hoy.
A medida que la convergencia de redes y tecnologías se ha ido materializando, que internet se hace móvil y los terminales de telefonía arquitecturas tecnológicas similares al PC, las barreras levantadas se vencen ante la innovación y pujanza incontenible al otro lado del atlántico. Los operadores de telecomunicación adoptan posiciones defensivas ante los proveedores de aplicaciones y servicios en internet como Google. Los fabricantes de equipamientos de redes observan sus márgenes disolverse ante fabricantes chinos que ofertan a una fracción de sus precios y dedican a R&D presupuestos gigantescos para que la sofisticación tecnológica o la calidad no sea ya un reparo para escogerles. Los proveedores de plataformas de contenidos y mensajería dejan paso a la creatividad de agencias de marketing móvil y planteamientos centrados en el cliente, incapaces de hacer frente a la realidad de que las comunicaciones y descargas pueden hoy resolverse con aplicaciones de internet de microblogging, redes sociales o conexión directa entre terminal y la red/PC. Incluso la gigantesca presencia de Nokia en el mercado de terminales se vuelve trémula en el segmento de los smartphones, justamente el más rentable y estratégico en la confluencia de tecnologías y mercados, frente a Apple.
Europa conquistó una posición, pero no ha sabido mantenerla. Ahora, cuando la 4ª Generación de telefonía empieza a despuntar (Sprint anuncia el primer terminal en WiMax para los próximos días), asistimos al inicio de una nueva etapa de la telefonía móvil. La etapa en que lo móvil, en internet, alcanzará a todo. Una etapa en la que los europeos seremos challengers.