La fragmentación en el consumo de los medios es una tendencia imparable que ha dejado de constituir una sorpresa. Las cadenas de televisión generalista, los principales periódicos, … cada vez concentran una parte más pequeña -aunque siga siendo significativa- de la atención colectiva. En el espacio del que son expulsadas aparecen nuevas plataformas, dispositivos y vehículos de comunicación: los blogs, el video en internet, la televisión IP/P2P, clips o podcasts, canales temáticos, … la mayoría, por no decir la totalidad, caracterizados por la interactividad, siquiera en la fase inicial de construirse de forma personalizada dentro de esa gigantesca larga cola donde cada uno de nosotros escogemos un punto particular donde posicionarnos.
Si antes los medios, entre otros, constituían con su ruido ensordecedor un bloque que conformaba el estado de opinión y acaso la educación y sentido crítico de los ciudadanos, ahora es posible confeccionarse un mundo editorial a la carta en la que la realidad queda adaptada a las preferencias y canales seleccionados por los usuarios. La TV, internet, el móvil, … todos funcionan como plataformas de entrega de la información sindicada de acuerdo a la personalización del usuario. Los lectores RSS permiten acceder sólo a las secciones y opiniones que encajan con nuestra preferencia, las alertas discriminan los temas que han de accedernos, los blogs nos permiten seleccionar al autor por encima de la publicación… El usuario ha elevado su poder, decide qué quiere consumir: si lo desea, puede construirse un universo personal de comunicación en el que los contenidos filtrados le permiten vivir en una realidad paralela y sin contradicciones. En la economía de la atención el usuario cuenta por fin con los medios para operar monopolísticamente. Paradójicamente, cuando mayor superabundancia de información existe, más eficaces son a su vez, para un usuario decidido, las fórmulas para confeccionarse un único mensaje.
¿Qué usuarios son estos? Los canales en los que los usuarios se adentran voluntariamente son cajas de resonancia de las mismas ideas, espacios de convivencia de las mismas personalidades confirmándose unas a otras, sin discusión ni confrontación. Las comunidades y redes sociales permiten a una persona adentrarse en un ámbito en el que todos los participantes son como uno mismo. Las mismas opiniones, las mismas fuentes, hasta lograr la apariencia de que el mundo es monocolor. Junto a la flexibilidad del medio a nuestras preferencias, en la era de la personalización, también existe la aceleración de la inmersión. Los nativos digitales, cada vez más jóvenes, acceden pues a este escenario en plena edad educativa, mientras se forman los criterios, cuando quedan fijadas para siempre las dimensiones de su rectángulo ideológico y de pensamiento. ¿Será el usuario del futuro, que libremente escogió escuchar una única opinión, capaz de rectificar? De no hacerlo, tendremos universos de pensamiento paralelos listos para colisionar entre sí.