La maldición de la tecnología

El que la tecnología está llamada a contribuir a fortalecer a las organizaciones es algo que pocos dudan, por más que sea controvertido discutir sobre la cantidad o permanencia de dicho aporte. Yo hoy quisiera reflexionar sobre otra perspectiva de la tecnología en relación con las empresas: su valor económico como producto. Aquí encuentro yo las resonancias de una maldición.

La tecnología es siempre un pronóstico del futuro. Si triunfa, será masiva, ubicua. Hemos visto eso en el SMS, en el DVD, el correo electrónico, el XML…. Formarán parte de nuestras vidas, nuestras infraestructuras, como diría N. Carr. Pero el camino es complejo, incierto, frustrante, extenuante. Cuando la tecnología se crea, es cara, es torpe y complicada. Requiere que unos promotores apuesten por ella y que unas empresas arriesguen en ellas. Lanzamientos de productos, campañas publicitarias, planes operativos, ¿pueden condicionarse a que una prometedora tecnología cumpla con las expectativas? ¿cuál es el discurso que un profesional de la tecnología puede hacer frente a una compañía para hacerle optar por el camino ciego de la posibilidad frente a la seguridad de lo conocido? ¿no reconocemos todos en las empresas la seguridad, la fiabilidad, como un valor supremo? Sólo las empresas con poco que perder parecerían estar dispuestas a ello, pero las empresas con poco que perder suelen ser también las empresas con poco que gastar, y la tecnología sin volumen es cara.

Indefectiblemente, una empresa, un grupo, unas personas, en un país o en otro, en un sector u otro apostarán por la tecnología. Las que arriesguen y pierdan nunca llegarán a los periódicos. Las que triunfen sí, pero en su victoria llevan el virus de la replicación. Cuanto más alto sea el aporte de la tecnología a los resultados de la empresa, con más rapidez y adhesiones se copiará el paso, en un proceso en el que la democratización de los medios de producción, de selección y de consumo, como explica C. Anderson, comprime los plazos y erosiona las ventajas conseguidas. ¿significa eso para las empresas que dieron lugar a la tecnología, los promotores, los inventores, que llegó el momento de recolectar? Hoy en día es más cara una botella de agua en el supermercado que una calculadora fabricada en China en el bazar del barrio. La comoditización acaba con el margen, igualando a pioneros y seguidores, reduciendo el mercado a una cuestión de escala.

Así es como el negocio de la tecnología se debate entre el fuego de la comercialización y las brasas de la sobrecapacidad, en ciclos cada vez más veloces donde el plazo de materialización de los beneficios transcurre rápido y sin avisos. ¿Significa eso que la creación tecnológica tiene un futuro amenazador? En absoluto. Pero pone de manifiesto la importancia de la flexibilidad como fortaleza en este sector.

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